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Venezuela, un país lleno de entusiasmo, alegría contagiosa otrora de un pasado que con dificultades a cuestas, estas se canalizaban y eran llevaderas. Venezuela, un país con jóvenes entusiastas, que en sus tertulias los proyectos de vida afloraban con sencillez, euforia y tremendamente esperanzados.

Ahora vemos ancianos o personas con edades promedio entre los 40 y 70 años, volverse viejos. En Venezuela se está generando la peor y más grande de las tristezas, se comienza a convertir involuntariamente para muchos en el más doloroso de los desamparos, el triste sentimiento de despertar, y ¿Para qué?

Venezuela se sumerge lastimosamente en una rutina que solamente se comprueba con el paso del tiempo, porque el ciclo político pareciera estar repitiendo el mismo discurso de siempre, intenso y poco convincente, que pronto saldremos airosos de este régimen. Sin embargo es como estar pasando episodios continuos de la historia cubana, en donde el tiempo se volvió inclemente, castigó sin misericordia a todos los cubanos, envejecieron los edificios, las calles, sus vehículos, todo sin excepción se estancó en el tiempo. Al punto que al ver un retrato de Cuba es como si ese país se hubiese detenido, o se detuvo, mejor dicho, en sus avances, en sus progresos, pero este estancamiento en el tiempo, lo hizo envejecer.

Dios mío, veo a mi Venezuela así, mi gente, mis hermanos venezolanos. Ayer fueron testigos de un progreso vertiginoso, y de pronto esa Venezuela, se detuvo, y nos llenamos de paciencia, con un rostro agotado por las tormentas de la vida, cuanto tiempo perdido Dios. Nos truncaron nuestros sueños, y aun así, hay un sentimiento de que ya llega nuestra libertad.

Pero ¡Cuidado! Nuestros ancianos, o no tan ancianos, ya no son los mismos, las borrascas que azotan sus almas, sus pensamientos, sus ideas, los días de insomnio, de vigilia para resolver una que otra necesidad por la falta de agua, gas, energía eléctrica, de alimentos, entre muchas otras necesidades por resolver, comienzan a acortar sus vidas, y sus cada vez más cortas noches. Con ellos se va el tiempo, y poco a poco su memoria.

Nuestra gente comienza a sospechar que esa libertad está tardando demasiado y que la reingeniería de una Venezuela libre está tardando más de lo prometido. Es ahora o nunca, porque el tiempo y la distancia de la familia hacen estragos con la vida.

Muchos quienes esperan con ansias una Venezuela libre, vieron salir a sus hijos, sus vecinos, amigos, compañeros, familiares, los vieron partir lejos a una realidad distinta y solo los mantienen la alegría que regresarán, pero, ya la memoria castiga por el pasar del tiempo.

Muchos nos quedamos a jubilarnos y entonces, el tiempo nos ha otorgado más tiempo libre, más tiempo para extrañar a los que ya no están, y así se va dando lugar a una rutina viciosa y conforme.

Lo amargo de todo es que muchos de nosotros comenzamos a pensar que no nos merecemos un país vacío de promesas, solo nos convierte en viejos sin esperanzas.

El tiempo pasa y posiblemente los que hemos sido testigos de un país con grandes riquezas, pujante, que ya estaba allí, y que otros por miseria y tiranía nos lo arrebataron.

¡Merecemos ver la gloria de ser libres nuevamente!

Mireya A Segovia V
Vente Mérida