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Encontrar el sentido concreto del problema para el caso Venezuela es complicado, debemos revisar el proceso de degeneración que se aceleró en 1999, únicamente podríamos explicar ciertos eventos que serían el resultado de un proceso más antiguo, producto residual, de un sistema depredador, nacido del marxismo, y su evolución, evidencia física de éste, que encontramos en la psique de cuatro generaciones de venezolanos, sus recuerdos, pasiones y vivencias, pareciera entonces una ironía de la historia, que 100 años después, hoy, el venezolano vuelve a vivir en un Estado policial, sólo que la hidra, no solo tiene esa cabeza, y eso muy bien lo sabemos, no obstante, si el enfoque fuese describir a la bestia, no se podría dejar de pensar en el problema, y se perdería el objetivo, que es buscar una solución, y en aras de buscar esta última, se deberá entonces, tratar de generar una relación de causalidad, en la construcción de las capacidades emocionales del venezolano, y su responsabilidad, propia de la cualidad de ciudadanía.

Si la solución al problema, fuese tan fácil, como el médico cuando hace una receta, se estaría perdiendo el tiempo hablando sobre soluciones, en vez materializarlas, pero el presente no es dicho caso, ya que materializar un solución única, para un problema que no es homogéneo, sería cortar la cabeza principal de la hidra, y así entonces, prepararse a resistir los embates de sus cabezas restantes, lo cual nos hemos planteado, pero, ¿por qué no deja de parecer entonces, la solución del problema, una relación de causalidad? Si bien a es a b, como c es a d, para dar muerte a la bestia, necesitaríamos entonces el sujeto, que dé inicio a esta relación de causa y efecto, ¿dónde está Hércules para dar muerte a la bestia?

Un siglo después, Venezuela parece depositar de nuevo su suerte, en el espíritu del “gendarme necesario” en la mente de Laureano Vallenilla Lanz; algunos podrían culpar a la suerte, o en este caso a la desgracia, pero esos son meros reproches ejercidos a un infante, al cual, por acción u omisión, no se le enseñó correctamente cómo debía crecer, sin embargo, si bien podemos buscar culpables y postrarlos en el paredón de fusilamiento de la historia, sigue sin ser este el caso, bien concentrándose el venezolano en buscar desesperadamente una solución, y siguiendo el ejercicio de raciocinio, ya convivimos con la hidra, entonces, nos faltaría encontrar a Hércules, y de ese modo, dar inicio a la tan esperada relación de causalidad.

Es imposible pensar cuando analizamos las virtudes que nos deberían unir como una nación, ignorar nuestros defectos, y hacer énfasis en el fervor emocional característico del venezolano, es iniciar la tan anhelada búsqueda de Hércules, porque bien lo expresó Renny Ottolina cuando dijo que parte del problema, ciertamente es emocional, y al pensar en el referido aspecto, sólo quedaría por edificar la relación de causalidad, el anhelado encuentro del caudillo, de “Hércules”, que podemos justificar como Vallenilla Lanz, en su obra “Cesarismo Democrático” y situarnos cien años en el pasado, en pleno apogeo de la era gomecista, la cual justificó el referido autor en ese libro, pero si algo se puede apreciar del tan necesario Hércules, es que éste, no es más que la civitatis, nuestra investidura de ciudadanía.

“Das tachiranisch land”, una propuesta liberal nacida de la civitatis tachirense, los valles del Táchira, ricos en su propia diversidad, sinónimos de autonomía: agrícola en la montaña alta, y ganadera en el piedemonte lacustre y llanero, cafetalera en la frontera y comercial en la depresión, características únicas, de la generación de riqueza, en Venezuela.

La civitatis Tachirense quedaría resumida por un viajero alemán de fines del siglo XIX, quien describiría, la particularidad de un dialecto castellano diferente, por su vocablo único, donde el respeto predominaba aún, al dirigirse a un familiar o allegado; una visión y forma de hacer política regional y nacional diferente; una percepción de ser tierra de frontera, diferente; una visión del individualismo, entendido como la defensa de la persona y su dignidad, contra cualquier abuso de autoridad; un espíritu guerrero, activo y expansionista; una actitud independiente, emprendedora, empresarial y comercial en general, diferente al de Los Andes merideños y trujillanos, una alta valoración por el trabajo arduo y el respeto a la palabra, una religiosidad secular que no traspasa los umbrales del fanatismo; una admirable, valoración por las tradiciones heredadas de  la familia como por sus usos y costumbres. Los comparaba con los Länder del sur de su Alemania natal y lo denominara ‘Das Tachiranisch Land’, «el País tachirense». Ese viajero fue el pintor y cronista alemán Christian Anton Goering (1836-1905), quien recorrió el Estado Táchira en 1870[1].

 Es así como Los Andes presentan a Hércules, en esencia, emocional, como una armadura, y ejercer esa particular civitatis, para lograr dar por completada, la relación de causalidad, aunque insuficiente, ya que es menester, de la generación, que nació viendo el crecimiento de la Hidra, adoptar la investidura de civitatis necesaria, para que al fin, Hércules pueda sostener la tan esperada espada y decapitar la cabeza principal de la bestia. En definitiva, todos los venezolanos están llamados a portar esa armadura si así pudiese ser llamada, ya que es una tarea, cuya responsabilidad es compartida, no sólo de unos cuantos “ungidos”, como Julio César, era uno más, entre sus legionarios, comía, dormía y luchaba a su lado.

No hay razón para que, en cualquier parte del mundo, donde estén los venezolanos, el tricolor deje de ser su causa, pero, en un pensamiento sobrio y maduro, se debe tener en consideración, que esa nación que se recuerda desde el extranjero es un mero recuerdo, del trozo que cada uno llevó en un rincón de su equipaje. Una vez vencida la hidra, Hércules podrá plantearse sus próximos desafíos, pero no antes, en esencia, el espíritu guerrero, el cual debe unir a esa generación, que nació y creció, viendo la formación de la bestia, solo esa, podrá romper el ciclo emocional de más de un siglo de antigüedad, ya que no aceptar la epopeya, sería la condena, de preparar a la próxima generación, a que decapite a la bestia.

@edgarmz96

  [1]Sánchez, A. S. «Táchira» significa «tierra de nuestra heredad». Estudio aproximativo sobre el origen y significado de la palabra «Táchira», una arqueología de voces y palabras.