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Al repicar las campanas este 24 de julio, lo recordaremos. Nos toca en las fibras más íntimas. Mi amada Venezuela, ahora sumergida en la desdicha del régimen comunista que se hizo de Bolívar, lo saqueó y lo adulteró para manipular a las masas. Ya ha proliferado una literatura especializada sobre el culto bolivariano que le dio soporte al chavismo criminal. Increíble que frente a todas las evidencias pictóricas hasta se le quiera dar otro rostro. Toda una patología que, por ejemplo, encuentra cabida en un libro de Miguel Ángel Perera: “Venezuela ¿nación o tribu? La herencia de Chávez” (UCV, Caracas, 2012). Como vemos, esto ocurrió en una nación petrolera a la que, faltando poco, quebraron, y con una Fuerza Armada dizque bolivariana a la que, colonizada por los cubanos, reniega de la herencia de don Simón.

En Venezuela amamos al gran caraqueño. Nos conmueve que en Colombia le profesen aún más amor, admiración y respeto. Éste sentimiento se mantuvo y mantiene limpio, y aquel enfermó gracias al gran ignorante que se dijo bolivarianólogo y que llegó a profanar su tumba. Chávez llevó ese culto a los extremos de la locura, pisoteándolo. Es la verdad.

Nos tocará, derrotada la tiranía, recuperar a El Libertador para colocarlo en su adecuado y justo lugar. Saber cuán profundo es el daño a su imagen y sentido. Por ello, es importante el concurso de los especialistas, pedagogos, historiadores, psicólogos sociales, antropólogos. Renacerá el Bolívar transparente, corajudo, decidido, firme e inspirador para vender definitivamente a los comunistas que lo secuestraron.