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Mi mamá conoció al señor Ramón en los años 70, vendía verduras en una camioneta, en ese entonces se le llamaba “marchante” a los vendedores que iban de casa en casa con su tienda en la parte de atrás del vehículo. Al principio mi madre consideraba que era un explotador porque siempre llegaba con un jovencito llamado Pedro que hacía todo el trabajo duro, bajaba las verduras, las cortaba, las pesaba las embolsaba, y Ramón era el que cobraba todo el dinero y además era muy estricto en la medida y el pesaje. Mi mamá decía que no era una buena persona.

En diciembre de ese mismo año, mi mamá recibió una cesta de navidad con ricos quesos y vinos, además del jamón y la torta negra una bella tarjeta que decía: “Feliz navidad les desea Abastos Ramón”, efectivamente ya tenía un establecimiento donde almacenar y vender sus productos, un sitio donde poder ir a comprar en cualquier momento y no tener que esperar hasta el sábado de la siguiente semana.

Abastos Ramón entró a la economía formal, ahora era un empresario, tenía empleados, pagaba impuestos y cumplía las normas de la ley. Ramón era ahora el primer Gerente General y ambicionaba tener el mejor mercado detallista de la ciudad, conoció unas personas dispuestas a invertir y se asoció con ellas, atrajo a los mejores trabajadores con un excelente paquete salarial, regaló franelas y balones al equipo de fútbol juvenil y ayudó a hospitales. Los proveedores, viendo el potencial de ventas, le dieron buenos descuentos que trasladó al consumidor final en forma de ofertas.

Comenzó a recorrer la ciudad, los demás comercios comenzaron a mejorar sus establecimientos y a generar ofertas para conservar la clientela, además querían tener también sus espacios y sus equipos en los juegos juveniles, salieron los imitadores que hasta los colores copiaron, todos querían tener un buen sueldo como en Abastos Ramón, así que los demás patronos tuvieron que aumentar los salarios que pagaban a sus trabajadores, no por decreto sino por competencia.

Mi madre, que seguía recibiendo su cesta cada diciembre, nos sentó en la sala un día y nos dijo: “A mí siempre me hicieron creer que los comerciantes eran unos explotadores y especuladores, pero ahora que veo a Ramón y sé su historia, me doy cuenta que es un benefactor social, compartió su negocio con unas personas que no conocía y les ayudó a multiplicar su inversión, pagó los mejores sueldos e hizo valer el mérito, promocionar su marca ayudando a niños, jóvenes y enfermos, su nombre estaba en cada evento deportivo y en los comedores de los centros de salud, pagó sus impuestos para mantener los servicios, las calles limpias y los parques cuidados, y nosotros los consumidores siempre conseguimos buenas ofertas para rendir el sueldo”.

Ah y si me preguntan por Pedro… sigue trabajando con Ramón, ya no pesa ni lava verduras, ahora es gerente de inventarios de las sucursales en 3 estados y tiene derecho a usar la avioneta, Ramón lo ayudó a estudiar computación y en sus tiempos libres desarrolló un programa para las cajas registradoras que Ramón compró e instaló en todas las sucursales, cuando lo veo siempre me dice “¡Qué viva el Capitalismo!”.

Andrés Hocevar
Vente Mérida