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(Barinas. 20/07/2020) Los avances por mejorar la administración pública es una necesidad cada vez más demandada por los ciudadanos. Aun cuando éstas no sean las ideales, o los esfuerzos sean mínimos, en la retórica de casi cualquier jefe de Estado en cualquiera de sus tres niveles de gobierno, se encuentran promesas de cambios al aparato gubernamental, llámense mejoras, innovación o simplificación de trámites administrativos con el fin de lograr una mayor celeridad y funcionalidad de las mismas; aunque en la práctica estas ideas han quedado dependientes a otros intereses: por un lado, al errado ejercicio de la función pública producto del nepotismo y corrupción, por el otro, a los imperativos del control político, resultado de las prácticas de un gobierno populista.

Aunque el termino caudillismo está referido a diferentes etapas en la evolución sociopolítica de nuestro país, están inmerso dentro de estructuras de dominación históricamente implantadas, como fenómeno intrínseco a la naturaleza del Estado. Es decir, el caudillismo como fuerzas socio-política no han desaparecido de la escena política. Lo que ha ocurrido es una especie de encubrimiento por parte de los actores que siguen siendo personalidades carismáticas o populistas sin denominarse caudillos, pero igualmente coercitivos, represivos, autoritarios sin llamarse militaristas. Hasta ahora, ningún régimen político ha renunciado completamente a este mecanismo como medio para imponer un determinado ordenamiento político-social-económico.

En la administración pública, específicamente aquellas áreas de naturaleza estrictamente técnica los procedimientos administrativos se rigen por leyes especiales concernientes a cada área que corresponda desarrollar, y son innumerables los casos donde se evidencia la tergiversación de dichos procedimientos por “órdenes superiores” o bien por quienes poseen tales responsabilidades sin el debido seguimiento y control de las oficinas para tal fin (auditoria interna) lo cual trae como consecuencia el retardo en los lapsos y mal servicio al ciudadano que espera respuestas conforme a lo establecido en los preceptos legales. Lo que al final va en detrimento de toda una administración. Aunado a ello, la distribución de cargos dentro de la administración como pago de cuotas partidistas como pago de favores concedidos sin tener en consideración la capacidad de los recursos para tales desempeños y un sin fin de prácticas propias del nepotismo.

Desde mi experiencia, he sostenido que no bastan las aspiraciones sostenidas solo de buenas intenciones, es requisito sine qua non la preparación y formación de quien pretenda el ejercicio de esas funciones para el buen desempeño de una gestión. Es imperativo el conocimiento que le permita distinguir lo que concierne a “políticas gerenciales y lo netamente administrativo”, lo primero atañe a la forma o mecanismos propios de cada persona y están sujetos a cambios según le indique su formación para el mejor desenvolvimiento, y lo segundo es estrictamente como se indica en ley, y no puede ser objeto de modificaciones.

Es importante que para el futuro cercano en la construcción de la Venezuela liberal podamos marcar la diferencia en cualquiera de sus tres niveles de gobierno y emplear un sistema político tecnocrático, el cual se caracterice por contar con profesionales y técnicos formados académicamente, los cuales serán los encargados de llevar a cabo las labores de la administración y gestión del Estado. El tecnócrata por definición es un especialista en economía, demografía, urbanismo, industria o gestión pública, entre otros ámbitos, que emplea sus conocimientos y experiencia en la gestión de asuntos públicos.

Esto supone que toda política implementada o legislación relacionada deberá estar construida sobre criterios de carácter técnico. Cualquier situación prevista en el día a día de la administración deberá ser tratada desde una perspectiva técnica, profesional y no sujeta a caprichos particulares. Esto choca frontalmente con los sistemas de gobierno populistas que se concentran en la transmisión ideológica sostenido por la burocracia, anarquía y todos esos elementos que han servido hasta ahora en la destrucción del país.

Rafael Ángel Villafañe Díaz