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¿Aún queda espacio para la política en Venezuela? Inicio haciéndome esta pregunta porque pareciera que la respuesta es no. El Covid-19, sorpresa para el mundo entero, desgracia para los países que no tenemos un buen sistema de salud, transformó las dinámicas sociales desde hace por lo menos 5 meses atrás de forma radical. Venezuela, un país de gente cercana, amable y calurosa, ahora con restricciones de movilidad, de acción e inclusive de socialización. Para el primer mundo fue difícil: El pago de los servicios, la renta del hogar, los despidos a gran escala, la sobrevivencia por medio de los ahorros, sin embargo, hubo alternativas tanto individuales como gubernamentales, tal y como las democracias suelen enfrentar sus retos.

¿Qué es Venezuela? Un país que ya no cabe en la definición del tercer mundo. A la par de África, Venezuela, con una estadística que entre su pobreza y pobreza extrema sobrepasa el 90% de sus habitantes, no tiene mayores alternativas para lidiar con la crisis pandémica que azota al mundo entero. A nivel de comparación, el venezolano no debe lidiar con el pago de los servicios porque sencillamente no los hay. Cada día que pasa se le exige más a nuestro precario sistema eléctrico en el que explotan subestaciones casi de forma interdiaria. El servicio de agua, algo elemental para brindar higiene en plena crisis pandémica no llega a la mayoría de los hogares. Estos elementos mantienen ocupado al venezolano, la pobreza, los servicios, la higiene, la salud. El Estado totalitario hoy cumple un sueño húmedo y es tener la justificación para ejercer control masivo pero, cuánto puede durar la fantasía de las restricciones si a empujones salen como sea las personas a buscar un dólar americano para poder comer mientras que en estados como Anzoátegui o el Zulia ya empiezan a colapsar los hospitales y en Caracas las cifras suben estrepitosamente. Desde esta visión, no hay lógica que acompañe el arroz con mango de “flexibilizar la cuarentena radical”, cosa que suena más a promesa vacía. Libre tránsito para el que tenga la acreditación de funcionario público brindada por el régimen, “salvoconducto, por favor”.

Dibujada la situación del venezolano y la conducta control-represiva del régimen, vamos entonces al plano de la discusión central. ¿Qué hacer? Si la política nos congrega en el debate de los elementos comunes en una sociedad, ¿cómo vivimos mejor? ¿cómo somos más libres? ¿cúal es la mejor forma de alzar la voz frente al Estado Criminal más peligroso en todo el mundo? cada pregunta más difícil de responder que la anterior y la verdad es que yo ni tengo la verdad absoluta, ni una respuesta acertada, solo una idea de qué es lo que creo que hay que hacer en el terreno nacional.

El régimen se ha encargado de bloquear las vías de comunicación, eso descarta la eficiencia de las comunicaciones 2.0, que pueden servir para ciertos elementos, pero no para centrar nuestras estrategias de difusión de información. En ese sentido, la comunicación es el elemento fundamental para la resistencia política, la organizaciones debemos idear formas de que los mensajes claves y de ruptura con la verdad oficial lleguen a cada rincón del país, para la gente esto es sumamente importante, cada día debe recorrer en todas las esquinas de las ciudades y los pueblos de Venezuela un mensaje con profundo contenido político de lo que sucede en el país y esos mensajes enmarcados en estrategias macros que brinden la legitimidad a los futuros procesos de conflicto que se avecinan: “Solos no podemos, hace falta apoyo de afuera”, “A estos tipos debemos tumbarlos por la fuerza”, “El régimen te quiere pobre y muerto de hambre”. La distribución de los mensajes claves debe ir acompañada de activismo a nivel de guerrilla urbana: Pintas en las calles, telas con mensajes, acciones de insurrección que generen en la gente la expectativa de que el mensaje que llega sí viene de forma articulada y que nos llama a la organización de lo político.

Ahora bien, se nos presenta un gran dilema y es cómo penetrar las estructuras del chavismo, cómo deconstruir toda una lógica de espionaje con superestructuras cubanas al acecho. No tengo aún respuesta de cómo hacerlo pero sí por dónde empezar… El barrio. La comunidad popular, copada de actores claves del régimen: jefe de calle, jefe del Clap, representante del RAAS, son individuos que se han puesto al servicio de la revolución y que son la unidad más importante del espionaje del régimen, quizás unos más o menos conscientes que otros, pero con estas personas, el objetivo no es “abrirle los ojos”, sino infiltrar esas estructuras y boicotear los procesos cotidianos de espionaje comunitario. ¿Por qué esto es importante? porque si en efecto no existe información para el régimen de dónde se están generando los focos de resistencia entonces será posible una organización más efectiva,

¿Qué hacer con toda una sociedad consciente de los mensajes claves de resistencia y su rol como actor de ruptura frente al Estado Criminal? Estar listos para los momentos esenciales en los que haya que dar la batalla en el terreno cuerpo a cuerpo contra el régimen. En efecto, esto se plantea como una alternativa a mediano y largo plazo, no tiene que ver con la Asamblea Nacional, ni con el interinato, tiene que ver con la organización política y de base, tienen que ver con los partidos, sindicatos y movimientos estudiantiles, tiene que ver con aquellas organizaciones de profunda esencia política y libertaria, tiene que ver con todo aquél que quiera poner su vida al servicio de la libertad de Venezuela.

Esta estrategia, desde luego, debe ir acompañada de un profundo cambio en la dirigencia que elabore los mensajes y asuma la responsabilidad de la calle. Estas formas del ejercicio de la política en totalitarismos no entienden de twitter, o de “cobros”, o de zoom, o tarimas, esto es calle, y la calle es dura, es breve, pero contundente en su accionar y es peligrosa cuando la tienen dominada quienes entregaron nuestra soberanía al régimen castrista. En este terreno, vamos tarde. Llevamos 20 años organizando a la sociedad para objetivos que no son, no es el de la mayor popularidad, ni el que los saquen más cuentas de twitter, es el de la mayor capacidad de movilización en el acto y generación de conciencia política. De aquí, la mayor victoria que podemos conseguir los venezolanos es repolitizar a nuestra sociedad, un pueblo conciente de lo que vive es un pueblo que no titubeará en ir contra quienes pretendan cercenar sus libertades, pero para ello primero hay que conseguirlas.

A la política en Venezuela le queda la responsabilidad de sostener la moral de un pueblo en alto, de conseguir día a día victorias en el plano terrenal que le hagan ver a la gente que mientras más opresión, mayor disidencia. A la dirigencia política le hace falta madurar, comprender su rol histórico y avanzar en los verdaderos caminos que nos harán libres, a los partidos les hace falta dejar de pensar en la política como su trabajo, pues el fin de un trabajo es la obtención del dinero y pensar la política de esta forma fue una de las razones que nos trajeron hasta acá. A mis compañeros de partido: salgamos de la zona de confort y asumamos las banderas que verdaderamente nos corresponden y a la juventud de Venezuela: Si ya estamos aquí, hagamos todo lo posible para transformar nuestra realidad.

 

LUCHA, CALLE Y LIBERTAD.