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Nunca he dado por sentado que el mundo ha de vivir en una completa calma, de hecho, todo es una constante dinámica en los fenómenos naturales o sociales. La inercia absoluta no existe, por el hecho que todo está en movimiento. Sin embargo, en ello tampoco me fio mucho. Creo más en la máxima que reza: “No confundamos la verdadera y efectiva acción con el simple y rutinario movimiento”. Quienes saben algo de física me entenderán, quienes saben de sociología me seguirán.

Si hacemos una consulta acerca de su etimología, «discrepar» viene del latín crepare, que significa «crujir», «sonar de otra forma», «romper la tranquilidad», o algo así. Más o menos lo que buscaba Cortázar con la novela, y lo que debería buscar cualquier sociedad en su sano avance.

Muy de acuerdo, sin embargo, para discrepar hay que leer, hay que analizar y conocer a fondo si de lo que quieres discrepar hay motivos suficientes para ello. Se puede discrepar de una forma racional, es el caso de quienes han derrumbado las sacrosantas teorías de la ciencias, por colocar un ejemplo, Einstein, y la relatividad. No podría decir que derrumbó las leyes de la Física estática de Newton, sino que suplementó las mismas hacia un predio donde no se aplicaban, el vacío.

Y así por lo consiguiente, se puede afirmar que el avance de la humanidad ha sido el resultado de una gran cadena de acontecimientos que permiten ir derrumbando paradigmas de forma razonada, ordenada, civilizada, y no como el caso de nuestro país donde nos ofrecieron refundar una República, y en ello están, destruyéndolo todo para supuestamente, construir una mejor ciudad, una mejor sociedad, un mejor ciudadano.

¿Cuántos actos vandálicos cometidos últimamente en el orbe entero contra lo construido por eminentes humanistas? Un caso muy emblemático se vió hace menos de un mes contra busto de Don Miguel de Cervantes Saavedra en San Francisco EEUU, nuestro paradigma de la narrativa española, a quien de seguro confunden los que he denominado “nuevos anarquistas”, con un torvo conquistador español.

Es muy común y abunda en quienes se autodefinen como salvadores del orbe, en ellos la incoherencia, la barbarie, la violencia, la necedad, la locura, el despropósito e incluso la ignorancia de lo que desean derribar es de lo más patético y folclórico.

Lo denomino un padecimiento muy singular del síndrome de resentimiento social, una terrible enfermedad cual virus del partido comunista chino, este virus creado por los intelectuales de izquierda reunidos en el Foro de Sao Paulo.

Haciendo un poco de historia, no es algo nuevo pues eso se viene gestando desde hace muchas décadas creándose el llamado movimiento de países no alineados cuando aún existía la URSS con sus satélites como la Cuba de los Castro, la Alemania del Este, la Checoslovaquia y demás países con tan fracasado ensayo y error de la historia.

Y dejo como colofón mi humilde parecer: Discrepo de ideas y de lo establecido, siempre y cuando esté convencido que se trata de un error que se puede enmendar y que con mi accionar no dañaré a la humanidad.

Con mi poesía lo he hecho en cantidad innumerables de casos y de ocasiones, siempre planteando que es mi humilde postura una forma de reflexionar y cuestionarnos lo que está bien y lo que está mal.

Hermes Varillas Labrador
Coordinador municipal de formación de cuadros del
municipio Alberto Arvelo Torrealba (Sabaneta de Barinas).