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El gobierno debe estar en manos de los mejores, sabios, justos y poseedores de la verdad” (Platon); por cierto, de allí, nace la palabra o calificativo de “dignatario”. Cuando no es así, se está al borde de caer en alguna de las degeneraciones  de la Democracia, esto, de acuerdo a la definición aristotélica, una vez que el concepto de pueblo, manoseado hasta la saciedad, cambia su significado y pasa a significar e identificarse con la plebe, y esta se caracteriza por tener una suerte de voluntad llena de vicios, incoherente, a veces hasta irracional que se hermana con las supercherías, en ese mismo instante, la democracia deja de serlo para convertirse en Oclocracia o Cacocracia.

La Cacocracia, se define como el gobierno de los corruptos. Alude a una sociedad gobernada por autoridades corruptas en donde convergen la Cleptocracia (el poder de los que roban) y la Ineptocracia (el gobierno de los incapaces). Peor alianza que esta no se puede dar para las libertades ciudadanas.

Por su parte Cleptocracia proviene de cleptómano, esto es, el que agarra las cosas del otro, quien hace suyo lo que no le pertenece. Si juntamos la Cleptocracia y la Ineptocracia tenemos la peor Cacocracia, pues no es otra cosa que un gobierno caótico y degradado. Gobiernan los peores perfiles, ignorantes, perversos, ambiciosos sin principios, demagogos y corruptos. En este caso, es su grado superlativo (mayor ruindad), llamado Kakistocracia. Este vocablo es un neologismo acuñado en los años cuarenta por el profesor Michelangelo Bovero, quien le dio como significado “el gobierno de los peores”, atendiendo a su etimología. Al buscar la explicación de esta denominación de una forma de gobierno, se puede acudir al Dictionary of Sociology y allí se dice expresamente que es: “Gobierno de los peores; estado de degeneración de las relaciones humanas en que la organización gubernativa está controlada y dirigida por gobernantes que ofrecen toda la gama, desde ignorantes y matones electoreros hasta bandas, multitudes bárbaras, y camarillas sagaces, pero sin escrúpulos”.

Quienes asumen la representación de esos ciudadanos dicen actuar en nombre del “pueblo”, cuando en realidad son de seguro peor que la masa a la que pretender conducir, y para convencer a esa masa confusa e irracional usan todo tipo de mecanismos demagógicos, uso del leguaje tumultuario, apelan cotidianamente a los sentimientos más primarios del ser humano, atacan la razón como su peor enemiga, manejan el miedo como arma de sujeción y prometen todo aquello que a esa sociedad le falta.

En esa táctica para ejercer un fuerte dominio, el lenguaje se convierte en un arma poderosísima. Es probable que muchas veces no se tenga plena conciencia del poder de las palabras. Ellas no son ingenuas; al contrario, detrás de ellas hay una forma de entender el mundo y al ser humano, pero desde la perspectiva criminal, todo esto, repele del gobierno a los más honestos y talentosos con pensamiento de vanguardia o avanzada

Es una estrategia utilizada para conseguir el poder político que consiste en apelar a prejuiciosemocionesmiedos y esperanzas del público para ganar apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la retórica, la desinformación, la agnotología y la propaganda política. La práctica deliberada de comprar con dadivas y abusando de las necesidades de muchos, para así lograr la toma de todos los niveles de gobierno y organismo, como fruto de su acción demagógica.

En la historia de las doctrinas políticas se considera que fue Aristóteles quien individualizó y definió por primera vez la demagogia, definiéndola como la «forma corrupta o degenerada de la Democracia» que lleva a la institución de un gobierno tiránico de las clases inferiores o más a menudo, de muchos o de unos que gobiernan en nombre del pueblo. Aristóteles sostenía que cuando en los gobiernos populares la ley es subordinada al capricho de los muchos, definidos por él como los «pobres», surgen los demagogos que halagan a los ciudadanos, dan máxima importancia a sus sentimientos y orientan la acción política en función de los mismos. Aristóteles define, por lo tanto, al demagogo como “adulador del pueblo”. Usando un lenguaje más cercano o parecido al del común, se puede decir; lenguaje coloquial o populachero, con la falsa creencia que lo popular mientras menos elaborado sea, ayuda a identificarlos con sus iguales.

Se nota un empeño sádico en hablar peor y maltratar la lengua, no se trata que la gente hable con un leguaje artificial, con latiguillos académicos, sino que se conserve su acento, su pronunciación y el tono de la ocasión, haga el esfuerzo de enunciar todas las letras y nombrar cada cosa con su nombre.

El Estado Venezolano, en especial el actual, se ha convertido en cómplice de la mediocridad intelectual en la formación educativa, la generación de hoy cursa el camino labrantío de su vida, pues desde la más alta “magistratura” se condice de procacidad y se aviene a la excreta verbal como cosa tribal y consuetudinaria contra sus opositores. De manera que el deterioro de nuestro castellano, es producto en parte, también; de la falta de probidad de los dirigentes y aunque se advierta de la decadencia en las pretensiones de algunos sin formación más que, la del tumulto, seguimos atendiendo a esos discursos vacíos y soeces. Claro está, el tumulto, surge cuando muchas personas pretenden realizar algo de manera simultánea, sin organización o protocolo adecuado (caos).

“…La palabra que ensucia la lengua, termina por ensuciar el espíritu. Quien habla como un patán, termina por pensar como un patán y por obrar como un patán. Hay una estrecha indisoluble relación entre la palabra, el pensamiento y la acción. No se puede pensar limpiamente, ni ejecutar con honradez, lo que se expresa en los peores términos soeces…” (Arturo Uslar Pietri)

De manera que el lenguaje debe ser conocido para evitar caer en las trampas y falacias de los discursos demagógicos. Dejamos de ser nobles cuando adaptamos mal las palabras o queremos adornar con apelativos calificativos, conceptos ya conocidos que probablemente se expliquen solos. Lejos de darles fuerza a un concepto, ensuciamos el castellano.

Es común que dicha situación pueda estar promovida por la influencia de intereses. Ilustres pensadores como AristótelesPericlesGiovanni SartoriJuvenalShakespeareLope de VegaOrtega y Gasset o Tocqueville han advertido de un permanente peligro para la democracia popular: el interés de los oclócratas que ejercen el poder para hacerla degenerar en oclocracia con el objetivo de mantener dicho poder de forma corrupta, buscando una ilusoria legitimidad en el sector más ignorante de la sociedad, hacia el cual vuelcan todos sus esfuerzos propagandísticos y manipuladores.

Según el filósofo escocés James Mackintosh (1765-1832) en su Vindiciae Gallicae, la oclocracia es la autoridad de un populacho corrompido y tumultuoso, como el despotismo del tropel, nunca el gobierno de un pueblo.

De tal manera, que la aparición del neolenguaje revolucionario no es de extrañar. Su peor característica es el uso y abuso de los vocablos soeces. El uso coprológico del lenguaje que ellos creen que es la mejor manera de llegarle al corazón de la masa. Ineptos muy hábiles para deformar la verdad, ladrones muy hábiles para encantar, son un coctel peligroso. Mi país dejara de ser una tiranía, cuando dejamos de usar ese vocablo tumultuario.

(@Levillegas2)