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Para el año 1999 no existían las redes sociales, y aquellas posiciones encontradas consecuencia del desacuerdo y hasta confrontaciones que partían mucho más allá de criterios desiguales, era claro manifiesto de fanatismo de quien se negaba a aceptar una posición distinta a diversos argumento, situaciones cada vez más habituales en cada reunión familiar, en cada sitio de trabajo, o en cualquier otro lugar; los resultados de aquel fanatismo ciego fueron: matrimonios rotos, relaciones de trabajo hecha trizas, familias divididas, amistades dañadas de por vida.

Aquel fanatismo ciego por un hombre, sin ninguna formación adecuada y sin ninguna probidad para el ejercicio de la función pública, fue el principio de todo el desastre de nuestro país. Hoy el fanatismo ciego tiene en las redes sociales su mejor transporte, puesto que resulta más fácil cuestionar, refutar y hasta insultar desde la distancia, permitiendo desencadenar los demonios internos desde el anonimato.

En el pasado, cuestionar al «ídolo» del momento era percibido como una expresión de ataque, lo que conllevaba a desatar la ira personal y en consecuencia la del colectivo. Quienes aun recuerdan claramente que en esa época el adversario, (elegido por el propio ídolo) eran los partidos de la llamada «4ta República», en especial, los adecos. Así, de atreverse a cuestionar al «ídolo» del momento, la respuesta inmediata era inequívocamente la misma: «eres adeco», o «los adecos te lavaron el cerebro». Esos eran los insultos de moda en aquellos nefastos tiempos de oscuridad en Venezuela.

Hoy día, lamentablemente la historia se repite, solo que ahora se invirtió. Ahora, quienes señalan los graves errores del «liderazgo de turno», siendo estos públicos y notorios con suficientes argumentos que lo demuestran, hay quienes se atreven a emitir una serie de insultos con un infinito número de etiquetas: chavista, G2 cubano, guerreros del teclado, y así un largo etcétera. Hoy vemos con muchísima tristeza que esa actitud de fanatismo ciego vuelve a emerger desde nuestro gentilicio.

Actualmente en Venezuela, señalar los errores del nuevo líder, es atreverse a revolver un cumulo de emociones alimentado por 21 años de profundo odio, de iras, de miedos inducidos desde las más altas esferas, de intolerancias propagadas como una enfermedad sin tratamiento alguno. El «argumento», si es que se le puede llamar como tal, es que cualquier error que se señales, se convierte en armas para el enemigo.

Siempre he expresado mi total y absoluto rechazo al chavismo y a todo aquello que represente su legado. Al igual como dejé en su momento constancia de mi apoyo con condiciones a Guaidó, quien por circunstancias, y no por meritocracia, fue llamado a encargarse de la transición, con una ruta que la misma Asamblea Nacional marco denominada “Estatuto para la Transición” y que por razones que hasta ahora desconocemos, fue sustituida posteriormente y sin explicación alguna por la “Ruta integral”. Es importante resaltar que apoyar no es sinónimo de obediencia ciega, mucho menos de convalidación de errores, de callar por creer que eso alimenta al enemigo, como si no lo hubieran hecho ya la misma dirigencia «opositora», por los grandes y consecutivos errores que durante estos 21 años han incurrido.

Como ciudadanos que esperamos rehacer la Republica con bases sólidas, es necesario que para el periodo posterior a la transición no debemos apoyar a una persona que ha demostrado no estar preparada para gobernar en el periodo más difícil y complejo que le haya correspondido a Venezuela. Para el período post transición, se requiere de una persona capacitada, con el carácter y la madurez suficiente para tomar las duras decisiones que se vayan a tomar en sintonía con la demanda que requiera el país para el momento, sin el tutelaje y sin el control de la vieja política partidista.

La permanencia de la narco tiranía en el poder, ha aprovechado los errores del actual «líder» opositor, ya que en aquellas circunstancias cuando el régimen se ha encontrado debilitado, han aparecido mecanismos que permiten suministrarle una especie de salvavidas al régimen de la mano del gobierno interino, solo por mencionar un hecho reciente, las reuniones en Oslo. Hecho que debería ser objeto de análisis por parte de quienes se han empeñado ir por esta vía que en nada beneficia a los venezolanos, sino todo lo contrario, extiende aún más la agonía y la tragedia que hoy seguimos sufriendo.

Venezuela necesita un liderazgo eficiente para enfrentar el reto de construirla desde cero. Y un liderazgo no se construye con fanatismos ciegos, sino con inteligencia, con claridad, con conciencia. Los liderazgos sólidos se construyen con respaldo ciudadano firme, pero sujeto a la transparencia y vigilancia del ciudadano.