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Existen buenas personas movidas por nobles intenciones, pero ignorantes o poco reflexivas gentes, manipuladas en su buena fe, que por ello, y quizá sólo por ello, son socialistas genuinamente bien intencionados. No debe usarse esto último para afirmar, como que si de un argumento irrefutable se tratase, que existe un “socialismo bueno”, porque el socialismo es, desde una óptica racional, es decir, ajena a sus promotores, incompatible con la ética de la libertad, por lo que no deben confundirse los fines con los medios, ni las intenciones con los resultados.

Karl Marx, cuyo mayor admirador probablemente haya sido él mismo y no los tropeles de genocidas que han tratado de llevar a la práctica sus ideas, afirmaba tal vez sin decirlo, ser un “científico” descubridor de las leyes del desarrollo histórico (lo que Karl Popper llamó “historicismo”) y por esta razón, en un principio, no hubiese debido permitirse reproches morales contra la burguesía, que de acuerdo a esas supuestas leyes de Marx, estaba desempeñando de manera impecable su papel “fijado por la historia”. Pero hoy debería ser evidente que Marx, el profeta, estaba motivado por una visceral animadversión contra el capitalismo, antes de toda especulación con tendencia, por lo menos, a la objetividad, que tratando de manipular los hechos para que coincidieran con sus opiniones, terminó descubriendo el “socialismo científico”.

No debe confundirse mi postura con una negación a Karl Marx como un individuo excepcional, ni mucho menos parto de una condena moral (no esta vez) hacía él o hacía los marxistas, sino que más bien trato de dejar al descubierto las muchas “equivocaciones” de quien sin duda ha sido un pensador notable, sin especular sobre si estaba él consciente o no, de los trágicos desastres que ocasionarían sucesivamente sus ideas, dejando en evidencia además, que una de sus más célebres profecías, es decir, que el capitalismo colapsaría, y espontáneamente abriría paso al modo de producción socialista, no se ha cumplido, y tampoco lo hará, lo que en su momento llevó a Lenin a inventarse la accidentada tesis del Colonialismo como causa de atraso en los países empobrecidos.

Así como durante buena parte de los siglos XIX y XX, los términos “república” y “democracia” fueron negativamente usados en Alemania y, especialmente durante la Alemania nazi se hablaba con profundo desprecio de “las democracias occidentales”, en la Venezuela del siglo XXI son tan hermosas como vacías estas palabras, y en la boca de quienes abiertamente promueven la tiranía, son más bien un monumento al cinismo de la más vulgar cosecha. En su libro “Dictados Contrarrevolucionarios” de cuya fuente a continuación presento un fragmento, el brillante intelectual y poeta Alberto Jiménez Ure, se levanta victorioso para empuñar a través de su elocuente verbo, la denuncia que aún hoy, no resulta evidente para los seres que superponen la ideología a la propia realidad de su existencia:

“En las monarquías extintas, súbditos; durante las dictaduras, intimidados;
en el curso de las democracias representativas o participativas,
rebaño de Imbéciles por timadores conducidos a votar”

Conviene exponer los supuestos implícitos del marxismo, todos llenos de una muy poderosa carga emotiva, que se dejan explicar con envidiable sencillez: la presunción completamente infundada de que alguna vez existió un socialismo primitivo, donde la humanidad vivía en perfecta armonía y desbordante felicidad, que esa condición de regocijo, dicha y no antagónica de la sociedad humana fue perturbada y envenenada por el surgimiento accidental y maligno, en un momento posterior, de la propiedad privada. La presunción, que hasta la saciedad se ha demostrado, ser falsa en la práctica, de que la abolición de la propiedad privada, automáticamente, devolverá la sociedad a la beatitud y armonía primitivas (sobre este punto el Manifiesto es explícito: “El socialismo puede ser condensado en una frase: abolición de la propiedad privada”). La tesis de los antagonismos y la lucha de clases, en la sociedad industrial, hasta quedar rápidamente en presencia sólo la burguesía y el proletariado.

La proposición (y suspensión) de la fácil factibilidad de la abolición de la economía monetaria, del comprar y el vender, una vez extinguida la propiedad privada. El reconocimiento explícito de que para iniciar la transformación de la “sociedad de antagonismos” en la “sociedad sin clases”, hará falta de manera ineludible y un muy necesaria, un uso despótico del poder, una dictadura (el adjetivo despótico está, con todas sus letras, en el Manifiesto, con lo cual quedan confundidos, por falsos, todos los intentos de sostener que la expresión “dictadura del proletariado” deba comprenderse como correspondiente a una “dictadura de la burguesía”, supuestamente presente en la sociedad democrática liberal).

José Daniel Montenegro
Coordinador estadal de Formación de Cuadros de VenteBbarinas