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Este 4 de junio se conmemoró el CXC aniversario del asesinato del 2° más grande hombre de América, el venezolano Antonio José de Sucre y Alcalá, Gran Mariscal de Ayacucho. Un cobarde asesinato, en una emboscada, al hombre justo que inició la regulación de las guerras y el trato a los prisioneros. A él se le debe la redacción del tratado del Armisticio de Santa Ana de Trujillo entre Bolívar y Morillo que puso fin a la guerra a muerte y abrió un compás de cese de hostilidades por seis meses. Morillo firmó el tratado y se fue a España. Cumplidos los seis meses, se dio la Batalla de Carabobo que selló nuestra Independencia, aunque hubo algunos otros enfrentamientos y escaramuzas posteriores. Para mí, España capituló ante Bolívar y Sucre en Santa Ana, pero ambas partes acordaron una batalla final que fuera honrosa para que no quedara España signada por una deshonrosa capitulación. En los seis meses de cese de hostilidades el ejército Libertador se preparó y acudió al encuentro de Carabobo con prácticamente todas sus fuerzas, todos con uniforme de gala. Fue la primera batalla en la que los patriotas lucharon todos uniformados… ¡Uniformados para la Gloria!

La mula de Sucre ayudó a identificar los asesinos.

La historia nos cuenta que el Gran Mariscal Antonio José de Sucre prefería cabalgar en mulas que en caballos porque son mucho más resistentes y seguras, especialmente en senderos montañosos y pedregosos como eran los que él transitaba en Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia.

En 1839, nueve años después de asesinado Sucre, unos militares capturaron en la región de Pastos a un asaltante de caminos y ladrón de ganado. Lo llevaban amarrado, montado en la mula que cabalgaba cuando fue capturado. Cuando la comisión llegó al Paso de La Jacoba, lugar donde asesinaron a Sucre, la mula se resistió y no había forma de que pasará por aquella oscura curva del sendero montañoso. Tuvieron que dar un rodeo y luego de ese trance, uno de los militares le dijo al jefe de la comisión: «Esa debe ser la mula del general Sucre porque se resistió a pasar por el sitio exacto donde lo mataron y dicen que las mulas no olvidan». En efecto, cuando la comisión llegó a su cuartel, el reo fue interrogado intensamente sobre el percance con la mula. El detenido era el coronel Apolinar Morillo, el mismo que comandó la artera emboscada de Berruecos y confesó su participación en el crimen, acusando haber recibido órdenes del general Obando a través de José Erazo y del coronel Juan Gregorio Sarría.

Apolinar Morillo fue degradado y fusilado en la plaza mayor de Bogotá en noviembre de 1842, pero con la división de la Gran Colombia los interesados en que se paralizará la investigación lo lograron y así los generales José María Obando, José Hilario López y Francisco de Paula Santander pudieron seguir actuando libremente y los tres llegaron a ser Presidente de Nueva Granada (Colombia). La Justicia quedó en deuda con la historia y esa deuda todavía la estamos pagando.

Un día como hoy, hace 190 años, Sudamérica perdió el rumbo porque otro muy distinto hubiese sido nuestro destino si el Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre no hubiese sido vilmente asesinado ese día y hubiese podido seguir para convertirse en el «Adalid de la Unión y la Libertad».

Antonio J. González-Fernández

Secretario Político Vente-Portuguesa

Guanare, 4 de junio de 2020