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Recordamos los viejos censos de la población.  El país se paraliza y, por lo general, las cifras eran confiables. Permitía no sólo al Estado sino al sector privado, hacer las proyecciones sociales y económicas para un mejor desempeño. Fuimos mejorando las estadísticas de toda índole. Había sobriedad y eficacia. Las dudas sobre los números generaban un amplio debate de legos y entendidos.

Con el socialismo, todo se pirateó. Los censos realizados en este siglo han sido un descomunal fracaso. El Instituto Nacional de Estadísticas (INE), cuyo presidente por varios años fue premiado con una embajada, hasta falsificó lo poco publicado. El censo o lo poco que hicieron con él, sólo les dio una data estratégica para sojuzgar cada vez más a la población. No sabemos cuántos somos, las condiciones de vida, entre otras cosas, porque jamás revelaron la data dura que, a pesar de las improvisaciones, quedaban. Data para los servicios de inteligencia y contrainteligencia.

Una vez derribada la dictadura, a los venezolanos nos corresponde afrontar en 2021, el censo nacional. ¡Por lo menos, para saber cuántos hay en el territorio! y tener una radiografía completa del desastre que heredamos. Habrá que ponerle el ojo al asunto. Esto es, ponerle el ojo a los problemas de Estado, o lo que quede de él.