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(Caracas. 25/05/2020) Vivimos bajo un régimen totalitario que quizás las calamidades que vivimos no tenga fondo. Una crisis que se agudiza, pues desde hace años ya la hemos estado viviendo; una crisis alimentaria, de salud y transporte crítica, pero hoy con la llegada del virus todo lo que estaba oculto salió a luz.

Ciudades donde no escaseaban tanto las cosas, hoy se mantiene en colas constante para poder tener suministro de gasolina, otras viven a diario en colas para el gas y para llenar un tobo con agua. Todos hacen milagros para rendir los pocos ingresos que hay para adquirir alimentos, los cuales dado a la hiperinflación se encuentran aún más costosos.

No solo es lo que vivimos, es el cómo lo padecemos, muchos abuelos les ha tocado cargar agua desde largas distancias, algunos se las ingenia entre carretillas o cestas arrastrándolas, otros optan por cocinar a leña. Hoy todos caminan para ir hacer las compras y así, han ido buscando la forma de no solo deprimirse por la situación, sino también de no agobiarse y quedarse solo con la preocupación.

La resiliencia nos ha llevado a mantenernos firmes, creyendo y confiando que en realidad saldremos de esto, pero no acostumbrarnos queda de nuestra parte, y eso se hará en seguir alzando la voz, protestado y denunciando las calamidades que vivimos.

Recordando siempre que, esto que vivimos es culpa del socialismo. Ese que se ha encargado de destruirnos, dañarnos física y moralmente, y hoy es el que pretende usar el confinamiento por el virus como método de encarcelamiento para mantener aún mayor control social.

Wendy Ramírez