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Lo que más detesto de escribir en la oscuridad es la aparición de bichos en la pantalla de mi laptop, animalitos extraños que a pesar de vivir de la noche, buscan la luz, una que los encandila. Sin embargo es mi mejor opción, es un tributo al silencio, a ese que todos oyen con asombro. Una devoción a un cielo que a muchos no les dice nada, una inmensidad azul que ha dejado la puerta abierta, por equivocación, o por una presunta lección.

He recobrado un poco la calma en estos días, dejando a un lado esta ansiedad perturbadora, maliciosa que no entiende de la huida, del descanso insolente y muchas veces inquisidor, como la risa de ese hombre, el psiquiatra que sale en televisión para anunciar los caídos, el mismo que señala constantemente al gran enemigo de esta revolución. Una a la que todos le temen, que nadie respeta, que a muchos sustenta, que a pocos tolera, que a ninguno ama.

Los días pasan con rapidez, parece que el tiempo está corriendo de una verdad penosa, y es que todo cambió, hasta el tiempo. Los aromas son más agradecidos con nuestro olfato. He notado que en las guerras entendemos lo que significa estar vivos. De sentir la voz retumbar en las esquinas aburridas de nuestra casa.

Ahora nadie te obliga a taparte la boca, ya nadie pide que te calles, pues la guerra del silencio nos ha impuesto un tapa boca modesto, nos ha colocado guantes para no dejar huellas de nuestras historias, no desean que nadie plasme la sed de venganza de ellos, los de allá, los creadores de esto que estrangula el aire de tu cuerpo.

Acá, del lado de esta tierra infértil de voluntades, pero repleta de terror y sueños queda una extensa variedad de casas sin hogares, de ausencias, de necesidades y vacíos por doquier. Es con eso que no podemos estar, es precisamente esa la ansiedad, la añoranza del que huyó por su legítima defensa, por sus ganas de vivir. Y es que son madres con aliento, pero sin hijos cercas, son padres con ganas de proteger pero con tesoros lejos. Son hermanos con charlas guardadas, tíos y primos con risas en el bolsillo. Nidos vacíos, fríos pero con espíritu, sólo con eso, no más.

Ya la suma de los caídos llega al millón de víctimas, pero ¿Dónde están los culpables? Nos preguntamos en nuestras conversaciones privadas ¿Por qué sucedió esto? Muchos lo ven como un castigo divino, de allá arriba. Lo que no se percatan es que ha nacido de acá abajo. Que es el resultado del hombre contra el hombre, de una política selectiva en discurso y acción. De criminales, de mentes perversas.

Pero también nos preguntamos constantemente, de manera impaciente ¿Qué sucederá con el tirano? ¿Será que la guerra contagiosa se llevará consigo los años más oscuros de nuestra historia republicana? Todos queremos un sí, esperamos una acción que acabe con este profundo odio que habita en cada uno de nosotros, porque sí, odiamos esta revolución con perfume de pólvoras. Si sí, tenemos sed de venganza igual que ellos, si sí, pero no queremos hacerlo como ellos. No queremos protagonizar sus roles, solo queremos justicia. Pero solo hay buques, solo hay comunicados, solo existe la esperanza de acabar la peste en su totalidad. Es la vida misma aferrándose.

Estos días he comprendido que la lógica que debemos usar contra el totalitarismo para sobrevivir, debe estar inspirada en el alma de las cucarachas, sí, las cucarachas tienen almas que son entregadas a la oscuridad. Las cucarachas en sí no atacan, no son capaces de amenazar, pues no saben defenderse de un enemigo. Su único y constante peligro no reside en ellas, sino en el terror de sus víctimas. Es que solo su presencia es capaz de despojar a sus enemigos de cualquier racionalidad, los vuelve muy vulnerables.

Por eso debemos aprender más de las cucarachas, ser capaces de estar presentes y generar en ellos ese terror que han usado contra nosotros, que sientan el desprecio a su autoridad, que reconozcan que estamos en su intimidad, así como lo están ellos en la de nosotros. Que sepan que retamos al miedo, y que le tememos a la muerte. Que sientan que debemos prestarle nuestras vidas, pero que luego sepan que la estamos usando. Así, como las cucarachas, en la oscuridad.

 Justo Navarro

Comunicador Social

Coordinador de Comunicaciones de Vente Los Salias

@JustoNavarroJE