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A un año de aquel gran apagón nacional del 7 de marzo del 2019, la región y el mundo vieron una de las caras más abominables del socialismo, que es el colapso de la industria energética de un país que paradójicamente, se dedica a la venta  de petróleo, una de las principales fuentes de energía en el mundo actual.

Venezuela pasó de ser una nación proveedora de energía a nivel global, a ser un país con refinerías oxidadas, con plantas termoeléctricas apagadas, con la tercera represa hidroeléctrica al borde del colapso, con líneas de transmisión borradas por la naturaleza. Todo esto es solo una parte de la vorágine destructiva que arropa a Venezuela desde hace más de 20 años; son el socialismo, las mafias y sus cómplices con los granes culpables del gran apagón.

¿A qué costo los venezolanos han pagado todo esto? Han pagado con su vida, con su libertad, y por supuesto, con su prosperidad, porque sin luz no hay prosperidad, sin luz no encienden las fábricas, no andan los trenes, no abren los bancos, no hay comunicaciones,  no se alumbran las calles, sin luz no hay forma de vivir en libertad, no hay forma de poder prosperar.

Es por eso, que debemos entender esto como lo que es: un gran sistema criminal de dominación ciudadana, porque claro que sabían lo que podía ocurrir cuando estafaron a la nación con el entramado de corrupción Derwich; sabían que una vez estatizada las empresas comercializadoras del servicio eléctrico se convertiría en un nido de mafias y corrupción, sabían que si dejaban morir la planta termoeléctrica de Tacoa dejarían pendiendo de un hilo el sistema eléctrico de la región capital, todo eso lo planificaron y ahora lo están ejecutando, un perverso plan de dominación ciudadana.

Sabemos lo que son, sabemos lo que son capaces de hacer, y entendemos que no tienen límites para la maldad. El deber ciudadano es no quedarse callado, no perder su dignidad y con mucho brío exigir el uso de la fuerza como mecanismo para sacar a la corporación criminal del poder, exigir justicia por tanto daño a la nación, y empezar sin demoras la reconstrucción del sistema eléctrico, como de la nación en general, para empezar a ver luz, y que la libertad y la prosperidad sean sustento para el resto de las futuras generaciones venezolanas.