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Hasta ahora no he pasado por la humillante experiencia de enfrentar el ofrecimiento que en dólares o en euros, un grupo inescrupuloso hace a los yaracuyanos, para hacer acompañamiento en sus actos de politiquería ante la Asamblea Nacional.

Sin embargo, existen ciudadanos que aceptan este ofrecimiento; tal es el caso, de un hombre a quien conozco como honrado trabajador y preparado para ejercer la mecánica automotriz con gran pericia, que aceptó la oferta porque la grave crisis económica del país le agobia al punto de fallar en sus responsabilidades como jefe de familia. También, un señor de avanzada edad, dedicado por toda una vida a su pequeño fondo de comercio, quien tuvo que recibir la ignominiosa oferta porque desde hace mucho cerró la actividad de su sustento, no encontrando otras opciones de sobrevivencia, más que la pensión de adulto mayor con la que apenas puede comprar medio cartón de huevos para toda su familia y durante un mes.

Pronto me llené de historias de este tipo y mi molestia se fue transformando
en enorme preocupación; Pasé de juzgar, a comprender, de reprender a empatizar.

No quiero dedicar una sola letra de este pliego, para definir la inmoralidad en la que ha sucumbido esta manada de gárgolas del infierno. El daño espiritual y ético que se le hace a una sociedad vulnerable en extremo, es grave; pues en este momento ella es tan sólo un grupo de seres acorralados, sin expectativa de superar su paupérrima situación; no pueden huir del
país porque la xenofobia los coloca como blanco de embestida; tampoco pueden quedarse ya que el cáncer socialista los está destruyendo en todos los aspectos.

Sin embargo, describir la erosión que este tipo de prácticas deja en la dignidad humana, tampoco es el motivo de estas líneas. Lo que sí debe ser fuente de reflexión, es cómo hallar los mecanismos adecuados y expeditos para la reconstitución del tejido social, la sanación de las profundas heridas causadas al alma de cada ciudadano y el restablecimiento de los
sueños fracturados; cómo encontrar la fórmula para que se alce en pie, comience de nuevo y deje atrás los tiempos de dádivas y de control social.

A propósito, recordé el camino de recuperación que recorrió un “gran amigo”, luego de haber sufrido un terrible accidente que le dejó en situación de discapacidad física: 1- Se llenó de lecturas que lo instruyeron acerca de virtudes latentes en el ser humano, como la resiliencia, fortalecimiento moral y espiritual, autoayuda y superación; así como métodos para desarrollar nuevas aptitudes laborales y de emprendimiento, de acuerdo a su nueva situación de vida; 2- Se benefició de un plan familiar, de amigos y allegados, a través de cual recibió apoyo basado en la colaboración y solidaridad de forma emergente, sobre todo en el aspecto económico y de sustento. Mi “gran amigo” se adaptó a su nuevo ritmo de vida, debidamente acompañado de personas que le proporcionaron, no sólo oportunidades, sino también las herramientas necesarias para alcanzar su autorrealización y libertad económica, lo que devino en el control total sobre su vida y en la toma de decisiones sin sujetarse a chantajes o intervenciones por parte de terceros.

Este plan de contingencia ante una tragedia personal, bien puede aplicarse in macro. Así, nuestros ciudadanos afectados por una malaventura humanitaria sin precedentes, deberían: 1- Recibir formación a través de talleres, foros y cuantas jornadas se organicen sobre crecimiento personal y resiliencia, a todos los niveles y en todas regiones del país; de igual modo, mucha educación y fortalecimiento de valores, cultura e identidad nacional. 2- Capacitación y readaptación en tareas prioritarias para la reconstitución de las micro y macro finanzas. 3- Plan de acompañamiento, así como de apoyo económico y social, durante el proceso de autodesarrollo e independencia financiera, mediante políticas que incentiven el emprendimiento y la libertad económica. 4- Los ciudadanos necesitan de un andamiaje institucional rescatado de la anarquía y de la corrupción; completamente saneado y fortalecido, en el cual confiar sus actos jurídicos, así como las relaciones y controversias surgidas en el mundo social.

La tarea es colosal; no obstante, se hace imperioso comenzarla desde ahora. La sociedad lo merece. El poder no es para lucirlo, es para ejercerlo, sirviendo al ciudadano como elemento esencial para el rescate y crecimiento del país.

Marbella Gutierrez Yglesias.

@MarbellaGY