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(Caracas. 26/02/2020) He observado con gran tristeza la Venezuela de hoy. Ni pensaba o soñaba con ver a mi país destruido, lleno de miseria, hambre, muertes, corrupción y con un régimen anclado en el poder que sólo nos ha dejado la más terrible crisis humanitaria que hemos tenido a lo largo de nuestra historia republicana y del continente americano. Ni hablar de la inflación, según datos de la Asamblea Nacional en enero del 2020 es de un 65% y los rubros más afectados son: los alimentos, el transporte, los medicamentos, cada día se consume el salario de los habitantes.

No existe justificación alguna para que los precios varíen el mismo día en más de un 100%, la vida aquí se ha vuelto una carrera de obstáculos, de ver quién llega primero por sobrevivir a este “ecosistema criminal» que define Miguel Fontán como “entre el bien y el mal, entre la mediocridad y la preparación entre excluidos y enchufados”.

En la Venezuela de hoy, la calidad de las instituciones públicas ha caído a tal punto de ser dueñas del estado de rendirle cuentas al tirano de turno y mantenerse en una ideologización que ha traído como consecuencia la sumisión. Además de prestar un mal servicio; podríamos hablar del racionamiento del agua potable, la luz (constante bajones y apagones) que genera la paralización de un estado, pérdidas de electrodomésticos, el gas de bombona, el transporte público, ejemplo el metro de Caracas. Sumémosle los bancos, los hospitales paralizados por falta de insumos y equipos médicos, el terrible salario pulverizado que no alcanza en un presupuesto familiar.

Yraida Velázquez

Coordinadora estadal de Asociaciones Ciudadanas

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Twtitter: @YraidaVelazquez