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Has estado siempre ahí, presenciando incluso lo que nosotros no hemos podido presenciar; siendo testigo de nuestro crecimiento y desarrollo; has estado allí, viendo a los más grandes hombres vivir y, a los más pequeños, fingir vivir también. 

Los españoles fueron los primeros en documentar tu recorrido, tus finas curvas, tu suave clima; pero seguramente muchos nativos nuestros ya te habían explorado y hecho parte de sus deidades. Y es que, hablando de deidades, eres una Diosa que todas las mañanas nos saludas y todas la noches nos arrullas. Tan poderosa que eres nuestra muralla ante la inclemencia del trópico. 

¿Cuántos corazones han vibrado por ti? hasta de lejanas latitudes vinieron a conocer tu belleza; un tal Humboldt, un Bonpland se subieron sobre ti dejando atrás a nuestro ilustre Bello, quien no pudo subirte, pero te admiró desde tus faldas. 

Tantos enamorados tienes que hasta tuviste tu propio retratista, y es que Manuel Cabré te pintó desde todos tus ángulos, descubriendo y describiendo la magia de tus colores, las formas de tu hermoso cuerpo de Diosa.

 Cómo no amarte, mi montaña querida, nuestra protectora, si hasta cuando supiste que venían tiempos duros para mi nación, rugiste de dolor y te desgarraste en una tragedia, que vaticinaba los tiempos que nos vendrían. Iniciando así, los tiempos más duros que nos han tocado vivir.

Has visto con dolor como hemos luchado por nuestra libertad, una y otra vez, desde los tiempos de José Félix Rivas, hasta los tiempos de Juan Pernalete. Has visto a nuestra juventud caer, pero también la has visto brillar; no en vano, tantos profesionales, deportistas, ciudadanos y gente honesta te honra con su trabajo. 

Y es que, Ávila, mi montaña, en tus puntos más altos nos dejas apreciar tu belleza y lo afortunados que somos al tenerte allí, frente a nosotros cada día. Nos dejas ver la inmensidad de nuestro valle y el idilio de nuestra costa. 

Eres unos de los más preciados recuerdos de nuestros hermanos que han tenido que huir y dejar de admirarte, para poder tener futuro. ¿Cuántos de nuestra diáspora despiertan y te piensan o se acuestan y te anhelan? Eres el idilio de millones de nosotros. 

En tu espesor se esconden los más hermosos recorridos y las más espléndidas vistas. En ti podemos perdernos y desconectarnos del mundo, pero conectarnos con nuestra esencia, con lo que somos. Todos, absolutamente todos los caraqueños estamos a tus pies, para que con tu bondadoso calor y tu esplendorosa sombra, nos cobijes, protejas y nos permitas vivir. 

Sé que parecería insólito escribirle a una montaña, pero cuando sabes que hay tanta historia, tanta cultura, tanta belleza, pero sobre todo tanto amor, que pasa desapercibida por tenerla allí cada día, insólito es que no lo valoremos y le demostremos lo que sentimos por ella. 

Mi Ávila, te digo así porque te siento mía, porque así te trato y te respeto, y mi amor por ti es tan puro y profundo que estoy dispuesto a compartirlo con todos los que te amen tanto como yo. 

Si algún día llegara a perderte, porque el tiempo no me alcance o la vida me lo impida, o porque lleguen los avatares del odio y me arrebaten de tu presencia, hoy quiero dejar constancia de que no pasaría un día sin pensarte, no pasará un día sin que me duelas y en mi memoria quedará el recuerdo de que se puede amar hasta los 2765m sobre el nivel del mar.