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A lo largo de mis columnas he dejado en evidencia que la lucha que libramos los venezolanos no sólo es de orden político-ideológico, sino sobretodo espiritual y profundamente existencial. Pero también, les he compartido la advertencia de no catalogar al régimen con un solo cuerpo, sino a todo un sistema con diferentes cabezas unidas por las mismas trenzas: esos vicios que tanta desgracia han traído a Venezuela desde que nos independizamos.

Es sin duda indignante, para muchos, comprender esta realidad. Entender que no sólo existen los que hacen fiesta públicamente sobre la miseria, el hambre y la destrucción de la familia venezolana; sino que hay otros que dicen condenar esa fiesta, pero también estaban invitados y fueron al encuentro.

Para bien de la construcción de la nueva Venezuela, de la fortaleza espiritual del venezolano y de la conducta cívica que hemos venido desarrollando durante estos años bajo la tiranía, los venezolanos comenzamos a rescatar derechos cívicos que serán vitales para los próximos momentos a enfrentar como sociedad.

Las instituciones no son más que la legitimación de costumbres. Cuando hablamos de instituciones sólidas en el mundo, es porque sus sociedades han permitido que costumbres y tradiciones se conviertan en cultura y esto de cómo resultado instituciones. Así entonces, las instituciones públicas de Suecia o Alemania, inclusive del propio Chile, Costa Rica o Uruguay en la región, presentan más grado de transparencia que otras debido a que en sus sociedades la transparencia, la rendición de cuentas y la contraloría diaria y constante a sus funcionarios públicos eran tradiciones que con el tiempo se legitimaron y permitieron que se consolidaran instituciones que con el pasar de los gobiernos no abandonan esta tradición ciudadana.

Dicho esto, puedo entonces afirmar que no todo está perdido. Nos encontramos en la fase de la divulgación y propagación de esta costumbre en la que aborrecemos cualquier tipo de corrupción e impunidad venga de donde venga. Fortalecemos esa tradición de exigir a nuestros funcionarios que rindan cuentas, ya que, al ser sus funciones públicas, estos nos rinden cuenta a nosotros, y no nosotros a ellos, sino a la ley. Es la naturaleza del representado y el representante.

Nos encontramos entonces, en esa fase en la cual empezamos a sacudirnos de cualquier trenza o vicio que nos rodea, para pasar a sedimentar las bases de una nueva república libre, democrática y con principios liberales como nuestros padres rectores la soñaron.  Pero sobretodo, nos encontramos en la fase de exigir justicia y condenar esos vicios.

Ambas fases son necesarias y van de la mano. No podemos posicionar una tradición con miras a transformarse en una institución, sin sacudirnos de aquellos que han posicionado otras tradiciones y por ende desarrollado las instituciones que hoy tenemos. Esa sacudida debe imperar en el marco de la ley.

Quienes apostamos a este cambio radical y profundo lo hacemos desde el estado de derecho y será éste el que una vez recuperado se encargará de procesar y enjuiciar debidamente a quienes le deban a la ley y por ende nos deban a nosotros.

De momento, mientras ese estado de derecho se recupera, nuestra labor como ciudadanos es seguir posicionando estas tradiciones que fomentaran la cultura del venezolano que triunfará, vivirá y prosperará en esa nueva Venezuela, comenzando precisamente por nuestros gobiernos locales. Por eso hoy les ratifico que cuando hablamos de San Antonio en lo Alto, hablamos de excelencia, integridad, compromiso, pero sobretodo transparencia y rendición de cuentas.

Coordinador de Vente Mundo y Vente Los Salias

@FabioLValentini