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Abundancia en exceso o plétora potencial como dice (Hayek – Viena 1899-1992), una falsa promesa en la que se basa el pensamiento arrogante del planificador de tendencia izquierdista, quien se cree con la ratio y la solvencia moral para decidir qué da y a quién, lo que es mejor para cual.

Los individuos, por alguna razón, prefieren no participar de manera activa en la toma de decisiones, dejando estas a funcionarios que por lo general son los peores y nada formados para llevar a cabo las tareas encomendadas, estos funcionarios delegan en técnicos el desarrollo de planes, lo que indica que las ideas de los ciudadanos no siempre son ejecutadas porque las necesidad primaria de los ciudadanos al ser transmitidas al funcionario planificador y este a su vez al técnico que desarrolla el plan termina siendo algo bastante lejano a lo que era el mandato.

El socialismo lleva al totalitarismo y este exigirá que te prives de decidir; porque será el planificador quien diga qué es lo que necesitas, ni más, ni menos, él sabe la justa medida de tu necesidad. Al no tener poder de decisión, habrás perdido peligrosamente tu dignidad, dejar de ser un ciudadano, y no serás más que una estadística (números). Este es el alto precio que deben pagar las sociedades que decidieron no participar.

Una vez llegado este momento, la desesperanza invade la estima de esta sociedad, las persona entran en una suerte de apatía, el planificador se fortalece utilizando múltiples medios (coerción, chantajes, dadivas, etc), en este sentido, las dádivas o regalos, me hacen recordar la frase “el socialismo es una trampa para ratones, funciona porque el ratón no entiende por qué no es gratis», de Alexander Stavelt.

La sociedad estaría a punto de fenecer tal como se conoce, los individuos dejan de ser ciudadanos y se convierten en “el pueblo“, entendiéndose como una masa amorfa que el líder carismático menciona sin sentido y en su nombre banaliza las leyes, las instituciones, separa a hijos de padres, dictando su línea desde la cuna a la tumba, hasta que no se conozca otro sistema.

El pensamiento colectivista se instaura cuando en nombre de ese “pueblo” se afecta la libertad del individuo intentando crear un sistema de control donde se expresa: “todos por igual, igualdad ante esto o aquello”. La hipocresía de unos pocos para engañar a muchos, crean de forma deliberada un enemigo interno, por lo general otra clase social o quienes tuvieron mayores oportunidades. El caldo de cultivo para resentimiento que exacerba odio que “la masa”, que llega a avalar cualquier uso del poder desmedido y otro enemigo externo con la idea de hacer fortalecer un sentido nacionalista que si se quiere es el comienzo del colectivismo, en algunos casos más conservadores que otros pero igual de dañino.

Cuando hablo de conservadurismo y socialismo, le doy una aplicación universal porque pocas naciones pueden no ser persuadidas con estas ideologías.

Interesante cómo socialismo, colectivismo, nacionalismo chocan con el liberalismo y lo amenazan por la sencilla razón que el liberalismo exalta la idea del mérito y los méritos se forman a base de conocimiento, pues quienes estudian y adquieren conocimientos, no son agentes serviles, no entienden de “todo somos iguales” más allá de la ley, claro está. El conocimiento es libertad.

En este mismo, el individuo realiza actividades útiles (éticas) para lograr su felicidad, comprende que su generación de fortuna se traduce en la riqueza del entorno. Donde es libre de tomar decisiones porque la independencia económica se basa en el buen desarrollo de la actividad económica que sus facultades le llevan a desarrollar, sin tener un “big brother” que le vigile, le imponga controles e indique lo necesario para el colectivo. El individuo libre de decidir, toma según sus conocimientos la mejor manera de ser competitivo en el mercado libre.

Odio al individualismo, es la matriz que se fija por parte del Estado proveedor porque pierde súbditos y estos súbditos que mayormente tiene la educación de víctimas, transferida de generación en generación van a preferir que sea el Estado quienes le llene sus necesidades, como lo dije antes, sin pensar en el costo y en lo peligroso de este, el Estado mientras más grande y con más tentáculos, hace el individuo más chico, vulnerable ante este y así, mas sometido.

Es mejor que otro se encargue de mí, a tener que responsabilizarme de mí, como sujeto y de la responsabilidad de mis actos. El planificador que es astuto toma esta ideal del “pueblo”, le crea una ficción de democracia y participación que complazca a la masa con elecciones y consultas que le den la legitimidad bajo un marco de legalidad que mantenga a la masa calma y a la opinión internacional satisfecha.

La pegunta que queda por hacer es: ¿después de haber probado una y otra vez modelos anacrónicos y fracasados, esta lista nuestra sociedad para probar un sistema que funcione por la toma de decisiones del ciudadano? pienso, ahora mismo, que la sociedad cansada de las democracias con todo sus epítetos, búsqueda fallida de ese Estado de bienestar tan prometido, indiscutiblemente querrá ser quien decidan, no será el tonto útil de los hipócritas que le ofrecen la cura de todos los males.

Claro está, no es sencillo, entendiendo que al salvador siempre se le espera. Antropológicamente, el individuo espera algo más allá de lo entendible que pueda resolver lo que su capacidad no pueda entender.

La idea de un Estado pequeño es contrario a quien quiera imponerse a sus iguales con el fin perverso de la perpetuidad.

“Huid del país donde uno solo ejerce todo los poderes, es un país de esclavos». Simón Bolívar.