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La ruta de la frontera colombo venezolana desde San Cristóbal hasta Cúcuta y más allá siempre resultó un paso normal para los habitantes del estado Táchira y del Departamento Norte de Santander. Recuerdo lo emocionante que era esperar el mes de diciembre para visitar Cúcuta, comprar los “estrenos de diciembre” para toda la familia, algo de mercado para los días de celebración y los regalitos para la familia y amigos, ya que el cambio de una moneda de valor fuerte resultaba beneficioso para los venezolanos y nos permitía adquirir bienes de buena calidad a bajos precios.

Sin embargo, el regreso de Cúcuta representaba un verdadero estrés especialmente por el Punto de Control (Alcabala de Peracal), donde revisaban minuciosamente los bienes comprados por los venezolanos, quienes aprovechaban los acuerdos binacionales para practicar el intercambio comercial que hizo de San Antonio, Ureña, Cúcuta y Pamplona la frontera más dinámica de Latinoamérica y un polo de desarrollo para ambas naciones.

Después de años de ausencia por mi traslado a Caracas y luego al estado Falcón, en búsqueda de fuentes de trabajo, regreso a esa frontera “abierta“, solo en el papel, porque los ciudadanos de ambos países cruzamos a pie la Aduana de San Antonio,  El Puente Internacional Simón Bolívar lleno de obstáculos para el libre tránsito (contenedores, camión quemado, etc.) y la aduana de Cúcuta hasta llegar a la  Parada, ciudad donde abunda la inseguridad, la venta de todo tipo de chatarra que los venezolanos guardamos en nuestras casas, con el fin de disponer de un poquito más de pesos colombianos y poder adquirir algo más de comida, medicinas, repuestos y todo tipo de bienes faltantes en nuestra vida diaria desde hace mas de 6 años.

Me invade la tristeza y siento una bofetada en mi cara al comprobar que solo al cruzar una línea divisoria nuestra trágica situación de escasez, atraso, inseguridad jurídica y personal desaparece y encontramos una ciudad colombiana (Cúcuta) moderna en su infraestructura (avenidas, puentes, aeropuerto, universidades, etc.),histórica en el cuido y mantenimiento de su patrimonio (plazas, casas natales), agradable en la gran oferta de conjunto residenciales, desarrollada en el área comercial e industrial, con calidad de servicio en el área hotelera, servicios públicos y de transporte y  me pregunto:

¿En qué momento nos perdimos los venezolanos?

¿Hasta cuándo debemos soportar esta trágica situación provocada por una serie de delincuentes criminales, ávidos de poder, de ambición y de destrucción, cuyas raíces y sentimiento no es venezolano?

Todos sabemos que la intervención de una coalición internacional liberadora representa la única opción ante la magnitud del desastre y grado de criminalidad que vive Venezuela, ACÉPTENLO YÁ Y ACTÚEN EN CONSECUENCIA porque cada día que pasa nos acercamos más a un país fantasma, cuyos habitantes emigraron en búsqueda de una vida mejor.

 

 

 June Herrera

                                                                     Coordinadora Estadal Gestión Pública Falcón