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Venezuela, el país con enormes reservas de gas, mismo país que es incapaz de abastecer a sus ciudadanos de tan necesario producto. El mismo país que tiene que ver cómo las tuberías se llenan de telarañas por la poca frecuencia con la que el agua hace presencia…

Desde que volví de Chile, hace aproximadamente diez meses, el agua solo se ha hecho presente unas cinco veces, eso es estadísticamente una vez cada dos meses. En estos diez meses he tenido que cargar más agua que en los anteriores diecinueve años que viví aquí.

Para llenar agua, debo subir diez o doce cuadras de escaleras. Llegar a una casa, abastecerme con un par de bidones y bajar las mismas diez o doce cuadras. Es todo más difícil cuando a las 7pm no hay luz. No hay camino plano. Alguno dirá que es fácil bajar, que difícil sería subir. Los invito a intentarlo.

Ayer fue uno de esos días en los que tuve que buscar agua, tanto para mí, como para mi abuela. Subes, cargas y bajas. El plan parece sencillo, nunca lo fue tanto. Hoy, creyendo que había sido suficiente y que no debía cargar absolutamente nada, tuve una poco agradable sorpresa al llegar a casa.

1:25 pm. Llego de la universidad. Me desvisto y me acuesto. Suena el teléfono. Es mi abuela diciéndome que está esperando que llegue el gas. «Tengo que bajar», pienso. Mi abuela comenta que esta ahí desde las 6:00 am. No parece normal ni sano que una señora de su edad tenga que hacer ese tipo de esfuerzos. Intento hacer que se vaya, pero decide quedarse.

Son las 3:00pm. El sol de Vargas (porque se llama Vargas), es inclemente. No perdona. Todos comienzan a gritar, empujones por todos lados. Llegó el camión. A eso han reducido a Venezuela, somos un montón de zombis que pelean por un puesto en cualquier fila. Desde carne, pasando por el gas y hasta la fila de inmigración de cualquier país vecino. ¿Esto es lo que somos? No me da la gana.

Solo dos bombonas por casa. Siguen los gritos, llegan los coleados de siempre. Hay desastre, gritos y hasta amenazas y peleas. Somos un país que pelea por una bombona. Miro con descontento e incredulidad. Muchos me ven y sonríen cómplices, ellos saben que podría no estar aquí y no pierden oportunidad de recordármelo.

Suelo encontrarme a muchos de los amigos de mis padres, y estos siempre me recuerdan «en chile no cargabas agua» o «por allá estabas más tranquilo» y puede que sea cierto, o no… Jamás hablaré mal del país que me recibió, solo tengo respeto hacia Chile. Sin embargo, no estaba más tranquilo, porque el amor por tu casa, pesa más que una bombona. Porque ver las noticias y no poder hacer nada, hace que el tiempo duela más que tener que caminar cinco calles con dos bombonas.

Sí, el peso de la bombona lastima los hombros, más cuando la noche anterior tuviste que cargar agua a través de un tramo nada despreciable, pero también lastima estar lejos de casa.

Por fin logro comprar. Antes de llevar las mías debo ayudar a un familiar. Vas y vienes como un tiro, pero cuando llegas para cargar las tuyas, los hombros no responden… La miras, la maldices y no tienes otra opción que llevarla. El camino está cerrado por la horda necesitada de comprar. Subo por escaleras. Cada paso cuesta más. Camino más lento para recuperar el aire. Las piernas duelen, el país duele.

En este trayecto no me saco un par de preguntas de la cabeza: ¿Qué pesa más, un par de bombonas, dos bidones de agua o un par de años lejos de casa? Hoy no quiero responder. Hoy quiero suponer que pesará más el valor y la fuerza de los venezolanos. Quiero creer que el coraje que nos levanta pesara más que un par de bombonas y por fin venceremos a la tiranía.

Yo decidí volver a cargar gas y agua. Asumí el precio de volver. «Si vuelves vas a pasarla mal», decía mi mamá. Pero… ¿A qué crees que voy? Si no sufro como todos no podré cambiarlo, o trabajar para contribuir al cambio real. Desde que tomé la decisión de venir a casa entendí que no sería fácil, también lo asumí y lo tomé.

Entonces vuelve la interrogante ¿Pesa más una bombona o nuestras ganas de luchar?

@AlvaroJardim99