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Estudiar en Venezuela no es tarea fácil, y no hago referencia a la demanda de tiempo o al alto rendimiento que se debe tener para superar las asignaturas, sino a la cantidad interminable de obstáculos que hoy enfrentamos bajo el socialismo criminal que interrumpen continuamente el poder desarrollar una vida cotidiana de un estudiante normal de cualquier país libre.

En nuestro país era común la frase: “estudie para que llegue a ser alguien en la vida” pero, si observamos el panorama actual ¿en realidad tiene algún beneficio quedarse y estudiar? y esto no sólo desde un punto de vista universitario, sino incluso a nivel del bachillerato, porque así como los universitarios sufrimos, lo hacen esos adolescentes que esperan poder vivir en una Venezuela rica de verdad.

El costo al iniciar cualquier proyecto educativo, se debe evaluar en diferentes aspectos, desde elegir estudiar en una institución pública o privada, en el centro o en la periferia, el nivel de prestigio de la institución, entre muchos otros aspectos, pero debido a la crisis nacional, el costo de iniciar hace más referencia a la posibilidad de huir, trabajar o comenzar de cero ya que la mayoría de las familias en Venezuela no pueden sobrevivir con un sólo salario, y como jóvenes, nos vemos cada días más responsabilizados a ser el sostén de la familia.

Como Administrador y estudiante de Economía, no podré filosofar mucho, sino me ubicaré en los costos de oportunidad de estudiar en esta tiranía Socialista y responder a la pregunta anterior. El siguiente análisis estará basado en tres jóvenes que se acaban de graduar de bachiller: el primero se trata de quien se gradúa y decide irse del país, el segundo joven decide quedarse y trabajar, y el tercer joven emprende el difícil camino de comenzar una carrera universitaria bajo este sistema.

El que elige huir para intentar formarse o trabajar, toman una decisión difícil que posiblemente le traiga rentabilidad a corto plazo, puesto que el nivel de renta que pueden obtener en una nación «normal» es mucho mayor a la continua caída del nivel de renta venezolana. El que decide trabajar en Venezuela, debe tener presente que muy posiblemente no tendrá un nivel de renta que le permita obtener todos los bienes necesarios; por su parte, el que decide quedarse para estudiar no solo lo hace por solo querer, sino que además necesita contar con cierto nivel de renta mínimo que por lo menos garantice una comida diaria y un lugar donde habitar.

El joven que decide huir, tienen una gran ventaja, ya que su rentabilidad a corto plazo posiblemente les haga tener un nivel de ingreso que les permita obtener cierta estabilidad. El que decide trabajar en Venezuela, en realidad, siguen en un limbo, puesto que las condiciones nacionales no ofrecen ninguna garantía, y el joven que decide estudiar, la tienen más difícil, puesto que día a día se enfrentan contra el socialismo: las universidades e instituciones cada vez más solas, la escasez de profesores en el mercado laboral derivado de la falta de incentivo y la debacle económica para poder comer y vestirte dignamente. Por eso, parece que el nivel sigue siendo ventajoso para el que sale o corre de la dictadura, mientras, el que trabaja tiene riesgos de desmejorar y el que estudia va camino a cambiar de decisión, pero ¿Qué ocurre a mediano y largo plazo?

A largo plazo podríamos hacer la comparativa, el que decidió huir no ha cambiado mucho su nivel de ingreso pues no posee mayor nivel de estudio, por lo tanto, no ha mejorado su nivel de trabajo y sus ingresos solo le sirven para mantenerse medianamente estable. Aquel que decidió quedarse y trabajar, ha encontrado posiblemente dos caminos: un trabajo lejos del sector público, que le puede generar renta y de esa manera sobrevivir o un trabajo medianamente estable, pero que mes tras mes, le es insuficiente. Finalmente aquel que decide estudiar ha logrado lo que los otros no: la profesionalización, es decir, depende de la rama que escogió presenta unos conocimientos que pueden ser implementados en cualquier mercado laboral, y esto le trae ventaja sobre cualquiera de los dos anteriores, porque lleva de la mano un nivel alto de cómo usar técnicas que le permitan ser más eficaz en un trabajo.

Al final, los dos primeros, el que salió del país, y aquel que decidió trabajar, no han cambiado mucho en su realidad, ambos mantienen un nivel de ansiedad en cuanto a su inseguridad económica; pero aquel que terminó sus estudios en contra de todo, del hurto, del hambre, del socialismo en sí mismo, obtuvo una victoria agridulce, porque debe elegir de nuevo: Si irse o quedarse, pero con un nivel alto de profesionalización.

Además, el que estudio tiene una gran posibilidad de triunfar si Venezuela se libera y deja el socialismo atrás y avanza a un sistema liberal y democrático, en donde aquel que salió, posiblemente se vea tentado a regresar, pero esta vez, no conocerá el mercado, a diferencia del que trabajo en Venezuela y puede entender un poco mejor que tendencias mueven sus clientes, pero aquel que se quedó a estudiar, tiene muchas ventajas por sobre los otros dos: primero, conoce el mercado, estará entre los primeros al momento de ser empleado, tiene un nivel alto de profesionalismo y tiene una red de influencias gracias a su proceso de socialización en el ambiente donde estudió y se desenvolvió.

Estudiar o no, es una decisión individual, pero que debe de ser entendida desde un punto de vista de proyección. Si las fuerzas políticas, económicas y sociales se ponen en línea, podemos esperar esa Venezuela rica de verdad, de lo contrario, el éxodo tal vez aumente y los jóvenes seguiremos en una gran encrucijada.

@StivenLandaeta