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Es un hecho histórico que todos los tiranos, si quieren mantenerse en el poder, deben recurrir a emplear la violencia contra los ciudadanos. Es la naturaleza de los totalitarismos, el uso excesivo de la fuerza para aferrarse al poder.

Cuando entramos en el terreno de la gobernabilidad, es claro que no puede haber gobernabilidad cuando hay exceso del uso de la fuerza, y sin gobernabilidad, un país no próspera; se estanca, se hunde.  Asimismo, por eso más temprano que tarde, un gobierno que usa la fuerza para mantenerse en el poder, al quedar en ingobernabilidad, cae. Tenemos varios ejemplos, y en Latinoamérica sobran.

Los tiranos tienen esa particularidad de creerse inmortales, dioses, invencibles, que nada los podrá tumbar, y es obvio, teniendo el poder y el monopolio de la fuerza a su lado, se pueden sentir así. Pero confiar tanto en los militares, y ese ego de creerse invencibles, son las principales razones por la caen, y la gran mayoría no tiene finales felices para ellos.

Si vamos a ejemplos de tiranos sin finales felices, podemos encontrar a Nicolae Ceaușescu, el cual, sintiéndose invencible y confiando en sus Fuerzas Armadas, jamás se podría esperar un desenlace como el que vivió. Otro ejemplos lo podemos ver con Alfreso Stroessner, Hugo Banzer Suárez, Marcos Pérez Jiménez, entre otros. De igual manera, podemos decir que la radiografía de un tirano es sencilla: están en el poder mientras tengan el monopolio de la fuerza consigo, no hay otra forma.

Este régimen lo sabe, que han ido perdiendo el monopolio de la fuerza, lo saben y tienen miedo, porque es el pilar que los sostiene aún en el poder, y ese siempre es el problema de los tiranos: gobiernan con el uso excesivo de la fuerza, y cuando eso se termina, deben huir como cobardes, porque siempre en la historia a los tiranos se les olvida que no pueden sentarse en las bayonetas, y tan bien que se lo explicó Charles Maurice Talleyrand a Napoleón Bonaparte: “Señor, con las bayonetas, todo es posible. Menos sentarse encima”.