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¿Había un plan? Por supuesto que hubo un plan, develado por los agentes de los usurpadores y del cual se retiraron, a última hora, algunos de los partícipes militares del mismo.

Así lo dio a conocer Elliot Abrams, enviado de los EEUU para Venezuela, en entrevista con Carla Angola. No deja de perturbar que haya sido desde allá que se haya conocido esto y en boca de un alto representante de nuestros “aliados”, en lugar de emplearse para ello voquibles vernáculos, tal vez más inteligibles, pero en estos momentos menos “convenientes”. Algunos analistas señalan que el descubrimiento de la ejecución de ese plan, discutido con tres altos personeros de la tiranía, según Elliot, fue lo que precipitó las acciones de todos conocidas este 30 de abril. Otros venían alertando acerca de conversaciones o negociaciones secretas para la definitiva salida de Nicolás Maduro del poder. Estaban en lo cierto, ríos que sonaban con sus respectivas piedrecillas que resultaron atronadoras la madrugada del último día del mes pasado.

Claro, como es lógico, se especula demasiado en torno a este tipo de accionar silencioso para la mayoría, en la creencia acerca de que cualquier plan secreto podría ser visto como una traición a un movimiento que requiere de la participación de todos. Es evidente que tirios, troyanos y más, no podíamos estar al tanto de un movimiento de esta naturaleza, porque si se cae a hurtadillas, figúrense como será si se abre al manejo de todo bicho de uña. Abrams señala que ahora Juan Guaidó debe publicar el largo documento con el “acuerdo” caído de 15 puntos. Eso es lo que corresponde, para la evaluación, ahora sí, de todos. No obstante, de las declaraciones del enviado de los EEUU llaman poderosamente la atención ciertos detalles de suma importancia.

Lo primero es que el plan, según sus palabras –hasta ahora desconocido para legos- contenía entre sus puntos la salida definitiva del usurpador. O sea, servía de buena manera para cumplir el paso uno de la agenda trazada por la Asamblea Nacional de Venezuela: “cese de la usurpación”. Si se cumplía fielmente, el tirano salía. Esto lo hubiera celebrado toda Venezuela, incluso el  menos 20% que todavía se dice respalda al régimen. Loas, en principio, al establecimiento del plan con tan noble propósito y, por ese lado, lastimoso que no se haya llevado a cabo plenamente. Sirvió sí, para reavivar la calle y para la “libertad” de Leopoldo López, alguien a quien se le cierra ese camino continuamente por todas las vías.

El señor Abrams, a propósito, define la participación del “chavismo” en el gobierno de transición, algo inaceptable para muchos – me cuento radicalmente entre ellos- por el porcentaje de los resultados de la elección de la Asamblea Nacional. Alrededor del 40%, como si el tiempo no hubiera transcurrido, como si no se hubiera profundizado estos años el odio feroz contra la dictadura sojuzgadora de los ciudadanos y la infelicidad de todos: el hambre, la angustia, la diáspora, el atosigamiento de la vida.

Ahora se entiende bien por qué no se quiere el arrase de quienes están en el poder sino el entendimiento chocante con ellos: esto parte de la posición tramada desde quienes han estado aspirando a amnistía, o sea, olvidos y perdones político-jurídico-religiosos, muy cercanos a los jesuitas de Montalbán, a la amplitud donde caben homicidas, corruptos, vulneradores de los Derechos Humanos, solo por confesar, retraerse de sus penas y vociferar que se vinieron, “de golpe”, para acá. Así, hasta el 30 de abril, se entiende por qué la intervención humanitaria requerida a viva voz diaria por María Corina Machado, Vente Venezuela y la fracción 16 de julio de la Asamblea Nacional estuvo contenida. Había acuerdo largo oculto.

El otro aspecto que desluce de las declaraciones del agente de los EEUU es el reconocimiento del TSJ de la opresión y de su presidente Maikel Moreno, nada más, nada menos. ¿Cómo queda el TSJ legítimo allí? ¿Cómo queda allí la Asamblea Nacional que nombró ese otro TSJ, ahora desconocido en un acuerdo, incluso con todos los antiguos porcentajes de esa AN?

¿Ahora, cuando el plan se desbarató, qué procede? ¿Se confiará nuevamente en “esos” partícipes? ¿Se reestructurará el plan? ¿O, como creo, se jugarán algunas de las otras cartas que están bailando en la mesa, con mayor holgura, mientras se ha alentado la persecución, la tortura y la muerte nuevamente, como si los recibidores naturales de la violencia fuéramos quienes luchamos por la liberación del país, porque así lo quiso Dios?

Esperamos todos conocer en detalle el plan trazado y desgraciadamente caído, mientras alegamos por una solución pronta a esta conflictividad que nos acaba. Esa solución a mi parecer no debe contener en la transición ningún germen del “chavismo”. Así como cuando Pérez Jiménez quiso dejar colar dos de sus militares en la Junta aquella del 58 y se le impidió, sacándolos de inmediato. Mal no nos fue entonces, ¿por qué tendría que irnos mal ahora extirpando de raíz el tumor? Dicen que el culillo es libre. El pase de facturas políticas también.