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Una verdad sin título, pero con ansiedad de justicia – Por Andrés Colina

By 22 abril, 2019No Comments
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Ya han pasado algunos años desde aquel episodio, 16 de Mayo del 2014, día en el cual tuve oportunidad de protagonizar un encuentro con la injusticia, frente a frente, irónicamente en el sitio que debería fungir como la fortaleza de la Justicia. Ahí, en el edificio que lleva por nombre el Palacio Federal de Justicia, frente a una jueza cuyas rodillas fueron quebradas por la tiranía, quizá por la fuerza, el miedo o los sobornos.

Señalado por un Fiscal, víctima de su propia ignorancia, del mismo sistema de chantaje, o por coerción, destacando que en ese momento respondía a las órdenes de la Fiscal Luisa Ortega Díaz, quién en aquellos días aún cuidaba las espaldas de Nicolás Maduro. Es entonces que en medio de toda esa podredumbre fuimos presentados 105 jóvenes, en medio de una telaraña de mentiras por el único delito posible en una tiranía criminal, hacer uso pleno de los Derechos Políticos en la exigencia de más libertades. Eso sin mencionar las características violentas de la masiva detención y lo traumático que pudiera resultar la estadía en instalaciones militares. Sin embargo, con plena seguridad puedo afirmar que aquello que más me marco, fue ver los tentáculos de la tiranía, asfixiando cualquier pilar institucional, en este caso en el máximo órgano de la Justicia Nacional.

Hoy 5 años después, es evidente que no sólo han sometido cualquier vestigio de justicia, cualquier fundamento del Derecho en ese edificio que solía representar majestuosidad.

Les comento: Recientemente, he estado cerca de un caso muy particular, hoy ese sistema tiene como víctima entre muchos otros, a un joven mirandino cuya mayoría de edad acaba de cumplirse, con un coeficiente intelectual destacable, de buena conducta, cuya familia es blanco de extorsión, joven del cual me debo reservar la identidad para preservar su integridad. Han puesto precio a su Libertad, tal cual secuestradores, quiénes a su vez actúan bajo el visto bueno de los que hablan en nombre de la justicia, siendo cómplices por acción u omisión. Este joven ha sido recluido en distintos lugares, algunos más complejos que otros, por el maltrato me refiero, porque en lo que se refiere a su dignidad e integridad durante todo su cautiverio ha sido vulnerada y en consecuencia también la de su familia, con el peso de la fuerza y las palabras, en pocas palabras con el trato inhumano.

Sin embargo, considero oportuno denunciar que en este caso, cómo en muchos otros similares, las fuerzas del estado tal cual banda de crimen organizado, utilizan su experiencia represora y torturadora para atemorizar a la población, arropados a su vez por este sistema de injusticia controlado por la cúpula usurpadora, es decir, la corrupción a todo nivel, desatada, desbordada y como parte de un plan de coerción a un país desarmado y neutralizado por la crisis generalizada.

El calvario de este joven, no es sólo de él, y tampoco solo de su familia, hay muchos casos similares, sin embargo me atrevo a decir que representa el calvario de todo un país.

Así, como si estuviéramos en el inframundo (sitio de reclusión dominado por las fuerzas represivas). Dónde la luz del sol se convierte en mito, el agua se hace un lujo, los golpes se hacen costumbre, y el olor fétido se hace corriente. Pero la fortaleza de los oprimidos se convierte en luz, su integridad se convierte en leyenda, destacando la convicción de que más pronto que tarde su piel sentirá el soplo de la libertad acompañada del impulso que le da la justicia.

Todo ello evidencia que mi experiencia era tan solo el reflejo de lo que se convertiría en la semilla de un sistema aún más malévolo y putrefacto, que da muestras de defender incluso actos criminales de toda índole a cualquier escala, a cualquier nivel, y debo hacer hincapié en esto : a cualquier nivel, desde la secretaria que recibe la documentación, el funcionario que en acción se comporta como paramilitar aunque su uniforme lo identifique como policial, pasando por el juez que se hace parte.

En tal sentido, la reconstrucción del país tras el cese de la usurpación pasa por tender desde cero las bases de la institucionalidad y   por supuesto en una hazaña formidable un sistema de justicia capaz de acabar desde la raíz con todos estos vicios en un contrato social genuino.

El reto es mucho mayor, el crimen organizado y sus tentáculos harán resistencia, ellos tienen dominio de las armas de la nación, está en juego su capital, su libertad personal, el bienestar de ellos y por ende el de sus familias, por ello se hace evidente que requeriremos el soporte de la comunidad internacional democrática para que Venezuela nunca más sea un eje de perturbación de la paz de la región,  es el compromiso que debemos asumir los venezolanos buenos para acabar de raíz con esta pesadilla.