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A través de la historia se sabe que algunos regímenes, naciones, grupos o personas empleaban acciones perversas para amedrentar a sus “enemigos” o a quienes los adversaban.

Lo salvaje e indolente de este comportamiento no sólo tenía como propósito aniquilar a los opuestos, sino también  dejar  sembrada en otros  la idea de que resultaría un temible error hacerle frente al tirano, dictador, gobernante, dirigente, caudillo, grupo o nación que se imponía sobre los demás. Muchos ejemplos existen en el mundo

No hace falta reseñar las atrocidades aplicadas a las víctimas, pero si recordar que tales prácticas de salvajada no sólo se dejaron ver en el pasado, sino que se mantienen aún en el presente.

Venezuela, no escapa de estas prácticas temibles, acentuadas en la realidad política actual.

Es así como vemos los esfuerzos que hace el régimen para intenta infundir en dirigentes políticos de oposición el miedo con  amenazas;  cárcel, torturas, inhabilitaciones, acoso a sus familiares, y otras medidas intimidatorias que violan los derechos constitucionales y humanos.

No conforme con eso, a la gente común, a los ciudadanos, tengan o no simpatía por algunas organización política, también le quieren hacen sentir un horrendo temor  para evitar que protesten, para impedir que sigan demandando mejores servicios públicos, más democracia, respeto a los derechos y a la Constitución, entre otros.

En tal sentido, el régimen no tiene escrúpulos para cumplir este macabro propósito, y por ello no se amilana para  armar y utilizar a sus simpatizantes, mujeres y hombres, quienes se encapuchan, usan prendas de vestir siniestras, andan en motos, camionetas, muestran armas, gritan insultos y amenazan a la integridad física y hasta hieren a los que ellos se empeñan en llamar “enemigos”, sin importar si están indefensos o si son  mujeres, ancianos o niños.

Los venezolanos que manifiestan su descontento con el sistema imperante, se preguntan ¿Cómo es posible que en una Venezuela cuya Constitución establece su condición democrática y existan leyes, grupos de civiles armados llamados colectivos, así como algunos milicianos, funcionarios militares y paramilitares amenacen la vida, la libertad y los derechos ciudadanos, ante la mirada indiferente de policías y sin que nadie ponga freno a estos desmanes?

Un ejemplo de situaciones como éstas sucedió en el Estado Vargas el pasado sábado 6 de abril de 2019, faltando pocos minutos para las 2 de la tarde, cuando afectos al régimen, mujeres y hombres encapuchados detuvieron a tres unidades de transporte que pasaban por la parada del Seguro Social de La Guaira cerca de Corpoelec y donde venían manifestantes de oposición, en su mayoría mujeres de la tercera edad que regresaban a sus hogares luego de una marcha convocada ese día en Maiquetía.

Ese grupo de encapuchados detuvo y entrampó en una especie de alcabala, una por una las camionetas de pasajeros en dicha parada del Seguro, donde instalaron una tarima del oficialismo, y comenzaron a golpear con furia e insultos las unidades de transporte, demandando a los pasajeros que se bajaran, quizás para agredirlos, según se deduce de sus gestos, cosa que no hicieron las personas asustadas que veían con estupor como la policía se hacía la vista gorda ante tal amenaza e irregularidad.

Al final, gracias a Dios, las unidades pudieron continuar su recorrido con pasajeros quienes más que asustados, estaban indignados y reflexivos, afirmando que la lucha era más que justificada para evitar continúen esas prácticas terroristas y nefastas contra la libertad y la seguridad ciudadana.

La gente sabe que el régimen intenta infundir terror para someter y acallar la protesta, y también entiende que el régimen actúa así por el sumo miedo que experimenta por la pérdida de apoyo del pueblo, consecuencia de sus actos aciagos.

Los tiranos deben entender que aplicar terror es un arma de doble filo, porque los venezolanos, como en otras naciones, aunque sigan experimentando el miedo, simultáneamente  han aprendido a superarlo para seguir luchando hasta lograr su libertad y la caída de sus verdugos.

Todo déspota que aplica el terror como “política” o eje de sus acciones para mantenerse en el poder, debe tener presente lo que muchos estudiosos del asunto han constatado a través del tiempo: “quienes practican el terror como medio para sus fines, padecerán ellos mismos ese terror, como causa o  consecuencia de sus acciones y/o atrocidades” .