Por estos días supe del nacimiento de dos hermosas niñas que colmaron de alegría dos hogares venezolanos. Sin querer evitarlo me contagie de su dicha y acto seguido comparé los dolores de parto de sus madres con el dolor de nuestra amada Venezuela, quien también en estas horas aciagas se encuentra a la espera de su primogénita: la libertad.
Una de las criaturas, la primera de ellas llegó en pleno incidente de la falla eléctrica que por estos días afectó y que aún continúa afectando a nuestro país y la otra, a los pocos días de este evento, ambas bajo la angustia que produce un contexto de emergencia. No obstante, allí junto a familiares y amigos están las dos, demostrándonos que a veces el dolor antecede a la vida y que aun cuando no es nuestra la elección de padecerlo o no, si es nuestra la decisión de reconstruirnos desde y sobre él para renacer.
El alumbramiento de la libertad de Venezuela como los anteriores tiene por contexto y analogía una sala de parto representada por una emergencia humanitaria en la cual la posibilidad de la ayuda humanitaria emerge como garantía para aminorar su sufrimiento.
Hoy cuando nadie duda que Venezuela se encuentra bajo el poderío de un sistema de mafias que ante el primer vestigio de nacimiento de su libertad la condenará a una muerte segura, solo me pregunto; ¿realmente alguien cree que podemos arrancarle nuestra libertad de las manos a un cartel criminal sin que este nos dispare?, entonces ¿volveremos a las calles con escudos de cartón a exigir nuestros derechos?, ¿pondremos una vez más nuestros corazones contra las balas del asesino? Estas interrogantes no deben ser interpretadas bajo ningún concepto como una invitación a las armas para batirse en un combate por el alumbramiento de la libertad, se trata por el contrario de invocar fuerzas de paz que protejan a la población venezolana de un ataque despiadado que hoy dificultan su nacimiento.
Una vez más estamos decididos a transitar el camino hacia nuestra liberación definitiva del régimen opresor, nuestras acciones se orientan hacia ese propósito, es esa la razón por la que nos encontramos en las calles, son horas de dolor en las cuales estamos literalmente pariendo nuestra libertad porque queremos renacer, es ese el objetivo, el superior, el que verdaderamente nos une y el que hoy nos convoca. Es por ello y ante el simbolismo que representa el nacimiento de un hijo, que nos hacemos participes de la dicha de quienes aún en estas circunstancias continúan apostando a la vida, nos contagiarnos con su alegría porque vemos reflejado en este acto la capacidad de resiliencia que como seres humanos tenemos en momentos de oscuridad.
Fuimos, somos y seguiremos siendo un pueblo en búsqueda de su libertad, hemos entendido que en los contextos más adversos el hombre conserva su capacidad de elección como lo señala Viktor Frankl, psiquiatra y escritor sobreviviente de los campos de concentración nazis, cuando sostiene que al hombre “…se le puede arrebatar todo salvo una cosa… la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino, para decidir su propio camino” Hoy los políticos del mundo debemos también tener la actitud necesaria para decidir por la libertad en cualquier contexto que se nos presente y condenar aquellos sistemas de gobierno totalitarios que la vulneran, con todos los riesgos que dicha decisión implica, esa es la razón por la que sin ambages de ningún tipo debemos asumir con coraje la dimensión de la crisis para poner todas las opciones de su solución sobre la mesa.
Los venezolanos hace mucho decidimos la libertad como destino y en cada acción de calle la procuramos, en ese camino me inscribo, lo hago además pensando en nuestra gente y sobre todo en esos niños aun no nacidos, de allí que cuando mi amigo Yohan Marín expresara con júbilo a través de sus redes sociales y ante el nacimiento de su sobrina, una de las dos niñas a la que me referí al inicio de este artículo, “les presento a Rosa María de la Libertad, otro motivo para seguir guerreando…” y coronó señalando “… nació la libertad y nació para vencer y abolir la dictadura”, solo pude atinar a responderle, contagiada por su alegría con esta frase con la que desde hace mucho tiempo me despierto y que hoy me sirve para iniciar y con la que me permito igualmente cerrar, porque bien saben todos con cuanto afán la estamos esperando:
¡BIENVENIDA LIBERTAD!