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En 1847 un joven medico patólogo es requerido por el Gobierno de Berlín para estudiar la grave situación de Salud Publica que sufre la Provincia de la Alta Silesia en Alemania debido a una epidemia. En su informe, Rudolfo Virchow deja claro que las causas fundamentales del tifus que sufre la población se deben a problemas sociales como la pobreza, el hambre, la inadecuada educación y vivienda y, en general, la falta de acción política. Entre sus recomendaciones incluye la realización de cambios económicos y sociales muy profundos: Crear más empleo, mejorar la educación, aumentar los salarios e instaurar una política fiscal más progresiva. Cuando las autoridades provincianas le indicaban que no ha realizado un informe médico sino político, Virchow afirma con contundencia: “La Medicina es una Ciencia Social y la política no es más que una medicina a gran escala”.

Las cosas no han cambiado sustancialmente desde los tiempos de Virchow. En las últimas décadas, la teoría de la producción social de la enfermedad, y más recientemente, la teoría eco-social de la salud, han mostrado que para entender el estado de salud, y el tipo de atención sanitaria que posee una población determinada, es necesario analizar la distribución de poder existente en la sociedad. La salud y la política no pueden separarse. La enfermedad y la salud son productos de la relación entre los productores de riqueza y los poseedores de los medios de producción, así como entre los productores y los distribuidores de bienes y servicios, ya que la distribución de recursos vitales para la salud (como la vivienda, el alimento o el ocio), es función del poder relativo de los distintos grupos. No podemos entender la mala distribución de los recursos en el sector sanitarios sin analizar la distribución del poder económico y político de esas sociedades. Es decir, el tema de quien controla Que y para Quien. Si la salud y la política son inseparables y esta última significa sobre todo la capacidad de conseguir lo que se quiere, es fácil entender como la salud y el poder se hallan indisolublemente unidos.

La salud pública, como ciencia, y como responsabilidad de los gobiernos, apenas tiene más de un siglo de existencia y puede definirse como aquella disciplina académica y tradición profesional que tiene objetivo conseguir la mayor salud posible para el mayor número de personas a través de la aplicación del conocimiento científico en cada contexto social, político e histórico.

Si, como se ha mostrado, los principales determinantes que condicionan la salud y la enfermedad derivan sobre todo de los efectos producidos por la desigual distribución del poder económico y social, sus recursos deben ser políticos. Virchow, uno de los fundadores de la salud pública, señalo con claridad la falta de acción política del gobierno para solucionar los problemas de salud que detecto en la Alta Silesia. “La Medicina” que recomendó fue tajante: “Democracia Plena e Ilimitada»

Gabriel Isaac Hernández E.

Epidemiólogo.

@VenteTáchira.