La cotidianidad, torpedeada en una suerte de plan macabro e infame por la opresión del régimen, nos aísla cada vez más. Sí, nos hace ser una isla pero no en el sentido de individualidad, sino en el instinto de supervivencia. He visto lo más crudo por “sobrevivir”, en la isla no hay comunidad, no hay deseos conjuntos, no hay organización; hay desespero, hambre, no hay conciencia.
Sobrevivir, puede sonar como una palabra más, esa misma supervivencia es la transformación de la dinámica de vida del ciudadano hacia la deshumanización. Lo más oscuro de este proceso no sólo es la crisis social, sino lo que a esto nos lleva, a ser seres en sobrevivencia sin conciencia ciudadana, sin compromiso moral, sin valor de la palabra, sin sentido de comunidad.
Perder todo esto es deshumanizar, y en efecto, es lo que pretende el régimen, la deshumanización no moviliza, deconstruye a sus actores y los liquida. Estamos a la hora de generar sentimientos que necesariamente rescaten en la conciencia colectiva lo que cada persona vale como individuo y lo que podemos lograr juntos. Esa acción llamada movilización, hacia allá vamos, es el último suspiro que le queda a nuestra ciudadanía.
Y además de la movilización nos tocará la educación. A los días después, habrá que sanar muchas heridas de tal forma que nunca más nos vuelvan a atacar. A ello tenemos que prepararnos, a un país que se encuentre en la reconciliación con sus hermanos, que ante cualquier amenaza a la democracia llame a capítulo a su historia y que esta misma, sea escrita de forma tal que permita desmitificar y desmontar los elementos que hoy nos trajeron a esto.
@Carlos_Benucci