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Para nadie es un secreto que vivir en Venezuela más que un reto es una hazaña, cada día se lucha por sobrevivir a una dictadura que sin tapujos ni pudor se empeña en complicar las actividades cotidianas que los venezolanos logran sobrellevar.  Los venezolanos pueden platearse sueños tan altos como sus capacidades, pueden trabajar por ello y en la mayoría de los casos alcanzarlos; pero, son tantas las batallas individuales y diarias que el mérito que puedan recibir siempre se quedará corto.

Es admirable cuando un(a) veinteañero(a) logra graduarse de la universidad, mucha felicidad en sus ojos, y justo debajo de ellos las ojeras de cansancio por cada noche que tuvo que estudiar con la luz de una vela, en sus hombros el estrés entumecido por haber tenido que subirse a un camión para poder llegar cada día a clases, en su estómago la ausencia de incontables cenas y desayunos porque con el paso del tiempo hay que ir disminuyendo las porciones hasta que el plato se ve vacío, en sus pies cansados de tanto caminar para ‘resolver’ las carencias el dolor de recorrer su país con ganas de irse para no vivir en dictadura.

Detrás de él/ella se encuentra una madre que cada vez que le toca se levanta una hora antes, una hora menos que duerme, porque una hora más de trabajo le ayuda a su hijo(a) a alcanzar su sueño una hora más rápido, irse por un futuro mejor. Asimismo con ellos un país entero que se une a la lucha cotidiana de no rendirse ni arrodillarse al régimen narcotraficante que vela por sus intereses mientras un pueblo lucha por mantener las esperanzas.

Cada vez que pienso en esta situación me cuestiono miles de cosas, pero siempre van tres importantes en este orden ¿Vale la pena seguir poniendo paños de agua tibia para nivelar la fiebre de decepción? ¿Se hace más buscando la solución cotidiana o reclamando a los responsables lo que toca? ¿Cuál es mi parte en este punto? Para ser sincera, muchas respuestas vienen también, pero, la que más tiene sentido para mí es “¡Calle!”.

No es justo seguir luchando batallas individuales mientras los corruptos siguen robando nuestros recursos, económicos, intelectuales, vitales. Somos seres humanos, nacimos para guerrear como buenos venezolanos, pero no a causa de una cúpula narcotraficante que vino a intoxicar nuestro semblante. Hoy más que siempre estoy convencida que solo hay una salida y no es la migración, es La Calle.

@Eslaquintero