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La  ilegal  Asamblea  Nacional  Constituyente  convocó  a  elecciones  presidenciales  en  Venezuela para antes del 30 de  abril de este año 2018, en un intento desesperado por dar una falsa imagen de democracia y aliviar así un poco la presión interna y externa que tiene en jaque al régimen venezolano. Lamentablemente, los partidos de la Mesa de  la  Unidad  democrática, en  una  posición  más  cómplice  que  ingenua,   han  decidido seguirle el juego.

Recordemos  que  nuestro  legítimo  Tribunal  Supremo  de  Justicia,  con  sede  en  la  OEA, nombrado por la Asamblea Nacional el año pasado, y apegado al mandato dado por los venezolanos el 16 de julio de 2017, en una consulta pública sin precedentes, sentenció la ilegalidad  de  todos  los  actos  emanados  de  la  írrita  Constituyente,  por  lo  cual, prácticamente,  los  partidos  que  llamen  a  la  población  a  participar  en  las  elecciones presidenciales, están llamando a cometer un DELITO contra la nación.

En  un  momento  tan  importante  en  la  lucha  por  la  democracia,  en  el cual  la  comunidad internacional  en  pleno  condena  a  la  dictadura,  es  inaceptable  que  la  dirigencia  opositora pretenda  darle  tiempo,  estabilidad  y  peor  aún,  legalidad.

Además  de  ser  ilegal,  recordemos  que  iríamos  a  esa  elección  con  el  mismo  Consejo Nacional Electoral (CNE) responsable de robar a los ciudadanos el derecho constitucional de convocar un referéndum , para revocar el mandato presidencial de Nicolás Maduro, quien por cierto, será de  nuevo  el  candidato  oficialista.

Una elección organizada por el mismo ente comicial , CNE,  ejecutor  del  fraude  electoral  más grande de nuestra historia: la convocatoria a elegir una Asamblea Nacional Constituyente, írrita  desde  su  origen.

Esta convocatoria  fue  ordenada  por  el  presidente  y  no  por  la  población,  con bases  comiciales  inconstitucionales  que  establecían  el  voto  de  segundo  grado. De paso, la empresa Smartmatic,  encargada de proveer la plataforma tecnológica del proceso, denunció públicamente la alteración de  los resultados ofrecidos por el CNE.

Iríamos a la elección  con  el  mismo  órgano rector  que,  en  el  2017,  reubicó  estratégicamente  cientos  de  centros electorales para desestimular y dificultar el ejercicio del voto, garantizando así la victoria del  oficialismo  en  las  elecciones  regionales.  Paradójicamente,  según  todas  las encuestadoras, el gobierno tiene más del  85% de rechazo de la población, y aun así se le adjudicaron 19 gobernaciones.

Según  la  dirigencia  de  la  Mesa  de  la  Unidad,  aún  en  esas  condiciones  podría  ganar  la elección presidencial si la población acude masivamente, y supongamos que tiene razón y la gana. Según nuestra constitución (porque cuando le conviene al gobierno defenderla si lo hace),  el  nuevo  período  presidencial  empezaría  el  10  enero  de  2019,  fecha  en  la cual  debe juramentarse  el  hipotético  nuevo  presidente.

Es  decir,  la  «plenipotenciaria  y  supra constitucional» Constituyente tendría 9 meses para adaptar a su antojo el marco jurídico de la  nación,  pudiendo  incluso  quitarle  facultades  al  futuro  presidente,  y  todo  en  aparente normalidad, porque la oposición estaría satisfecha de haber ganado la presidencia. En pocas palabras,  ¿cuál es la importancia  de una  presidencia  frente  a  una  Asamblea  Constituyente plenipotenciaria legitimada con su llamado a elecciones?

Esta incoherencia sólo lograría darle estabilidad política al gobierno y su constituyente, mientras la población venezolana quedaría frustrada y muriendo lentamente por el hambre, la inseguridad, la escasez de medicinas y el resto de problemas que han disminuido severamente su calidad de vida.

Las perspectivas económicas para Venezuela luego de este anuncio son más sombrías que nunca. No se espera un cambio político en el corto plazo. La inflación se estima superará el 13000% este año, y el Producto Interno Bruto (PIB) sin sorpresas, volverá a presentar  un  decrecimiento  de  aproximadamente  15%  según  cifras  del  Fondo  Monetario Internacional (FMI), debido a la falta de certeza jurídica  y las continuadas políticas hostiles del gobierno contra la iniciativa privada.

La única vía es seguir apostando al colapso del  régimen,  cada vez se encuentra más cuestionado y acorralado por la comunidad internacional, para poder así avanzar a un nuevo modelo  económico  que  garantice  la  prosperidad  económica. Para lograrlo  necesitamos coherencia. En Venezuela, la salida electoral fue cerrada por el gobierno desde hace años, por lo tanto su final será muy diferente a una derrota electoral.

Coordinador municipal Vente Joven Libertador, Mérida