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Una sociedad hastiada  y cargada de hambre esta calamidad es generalizada en todo el país. Se detecta en cada barrio, sector o localidad humilde, por lo cual, quien lo sufre, es el ciudadano de a pie cuyo destino es salir con el cilindro en el lomo a buscar un taxi que los lleve a la planta de llenado, o a perseguir al camión repartidor a ver si al chófer le da la gana de vendérsela a precio justo, cosa que rara vez ocurre.

El gas doméstico  es una mezcla de 70% propano y 30% butano obtenido de la refinación del petróleo, por tal motivo su producción es costosa, lo cual aunado a la ineficaz gerencia de distribución, salta de mal servicio a una calamidad socio-económica.

Desde hace varias décadas  en Venezuela, el saldo de la política económica de este régimen ha sido trágico. El país está en proceso de certificar poseer la quinta reserva gasíferas más grande del mundo, pero no tenemos gas para los hogares venezolanos. Poseemos una consigna con más de diez años repitiendo que “somos una potencia alimentaria y vamos hacia la soberanía alimentaria” pero no tenemos comida.

Cerca del mediodía de un viernes, María José, habitante de San Juan de los Morros, no pudo culminar la preparación del almuerzo. Notó que las hornillas fueron perdiendo la intensidad de la llama hasta que desapareció por completo. Eran ya las 11:30 de la mañana, cuando le dijo a su marido Carlos, “nos quedamos sin gas”, y éste respondió, “ni modo mujer,  vámonos pa’ el llenadero hacer la cola”.

El gas doméstico viene a sumarse a la larga lista de bienes y servicios que escasean en la patria de Bolívar.  El problema es conocido por muchos, “no hay una planta de llenado de gas en la capital guariqueña, los distribuidores de gas deben ir hasta el estado Aragua a llenar los cilindros”, y muchas veces les toca hacer cola con sus camiones para poder llenar los diferentes envases. “No tenemos una planta de llenado, dependemos del estado Aragua en donde acuden las empresas para llenar los cilindros de gas. Sumado a ello, esta planta es llenada a fuerza de gandola, pues no posee un gasoducto”, comenta uno de los distribuidores.

Cuando llega el camión, son casi las cuatro  de la tarde. Con más de cien personas en la cola, se anuncia la llegada de una furgoneta con gas, las personas se organizan, y como hormigas, empiezan a llegar personas cargando bombonas en taxis, motos y hasta en “el lomo”.

Un militante del PSUV también busca gas para cocinar. Pide no ser identificado, a la vez que recuerda un proyecto de una planta de llenado en El Guafal, el cual quedó en el olvido, como tantas promesas hechas en revolución. Todas las proclamas y consignas que han repetidos hasta el cansancio éstos supuestos revolucionarios han quedado escritas sobre arena. Un triste final para una revolución que no logró ni siquiera renovar las bases morales de Venezuela.

En resumen, he aquí  la verdadera cara del  socialismo revolucionario, donde el fin último no se percibe como el  Comunismo, sino la anunciada desgracia del pobre, donde la gente vive haciendo colas, con escacez de alimentos y con el estómago vacío se va a su hogar sin gas, a montar la olla, arrimándole más leña al fogón. ¡Nos vemos en la colita!

Twitter: @Coromotoromani