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Lo sucedido antes, durante y después del pasado 15 de octubre puso al descubierto una vez más las características de un régimen que se publicita y jacta de ser excesivamente democrático pero en su proceder y actuar no hay costura que aguante o disfrace su talante dictatorial y abusivo.

Una vez más se pusieron al descubierto los desaciertos, incongruencias, inocentadas y estupideces de una oposición que a pesar de ser una mayoría abrumadora, deambula ante la ausencia de un liderazgo serio, responsable, coherente en sus principios, valores, discurso y su curso de acción.

Creo en el voto como el mecanismo constitucional para elegir autoridades de elección popular. Creo en la separación, autonomía y sistema de contrapeso de los poderes públicos. Creo en un CNE, TSJ, Defensor del Pueblo, Fiscal General y Contralor General elegidos y renovados como lo prevé la ley. Sin embargo, si es el gobierno de turno el que a su conveniencia designa, controla y maneja esas autoridades y constantemente viola, pisotea y desprecia los derechos de los ciudadanos, es ilusorio actuar como corderitos para hacer valer nuestros derechos democráticos ante un régimen autoritario y dictatorial.

El voto es nuestra arma democrática y eso no se discute. Pero también son nuestras armas democráticas y constitucionalmente previstas, la desobediencia civil, la protesta y manifestación pública, el desconocimiento de autoridades o régimen que actúe o funcione en violación de preceptos constitucionales, más aún si están involucrados derechos humanos. Ello debe ser bajo parámetros pacíficos y racionales tanto del lado del gobierno como del lado del ciudadano que ejerce y reclama sus derechos. Si del lado del gobierno se pretende acallar o impedir ese ejercicio, sobra el derecho de mostrar los dientes y protestar enérgicamente aún ante la desproporción por parte del gobierno que cuenta con la fuerza pública y las armas y de ello ha hecho un uso desmedido.

El ciudadano harto de tanto abuso salió a la calle a protestar y hacer valer sus derechos y ello se prolongó por varios meses. Resultado: cientos de muertos, heridos y detenidos. Ello importa poco o nada a un régimen de este tipo ya que para ellos la prioridad es mantenerse en el poder sin importar el costo humano o material. Fallando los llamados a diálogo de parte del gobierno, lanzaron el anzuelo de elección de gobernadores, santo remedio. Los representantes de los partidos políticos decidieron contarse a sabiendas del politizado, sesgado, sumiso y parcializado CNE a “lo que usted diga mi comandante en jefe”. La dictadura una vez más logró su objetivo: terminar las protestas y enviar un mensaje a la comunidad internacional de que aquí sí hay democracia. El llamado a elecciones fue lo que el diálogo fue a finales del 2016.

Primarias en la oposición para seleccionar mayoría de candidatos. Algunos diputados de la AN se postulan en lugar de luchar desde la trinchera en la que el pueblo los puso. Entre gritos de fraude, trampa y violencia seleccionaron a esos “valientes salvadores” que irían a la contienda. Ya contaban a futuro cómo se repartirán esas 15 o más gobernaciones entre adecos, justicieros, VP, AP, Causa R. Balde de agua fría cayó. Qué vergüenza. Escasamente 5 gobernaciones se lograron y deberán arrodillarse ante la ANC para poder encargarse, caso contrario harán nuevas elecciones en esas regiones. ¿Qué tal?.

Se repitieron los gritos de fraude, trampa, manejos oscuros de actas y votos. Se culpan unos a otros del descalabro, a la abstención.  ¿Es que esperaban menos de parte del gobierno y del CNE? ¿Y del mensaje diario de Maduro repitiendo que oposición decidió ir a elecciones y con ello reconocían a la espuria ANC y a la “pujante” democracia venezolana? ¿Es que pensaban que el gobierno dejaría que nuevamente la oposición ganara? Ni pensarlo, sería el acabose de la revolución. Con esa ANC ellos pueden actuar como quieren, cuando quieren y contra cualquiera que se les interponga en su camino.

¿Y ahora qué? El país se ha teñido de rojo y ya no existe una oposición sólida, más sí debilitada y desanimada. Es el momento de una nueva alianza nacional en la que participemos todos los que queremos restituir la República, la libertad, la paz y la vigencia de la constitución, sin protagonismos, en el que prive el interés nacional sobre intereses personales y partidistas.

Eduardo J. Díaz Ayala