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El 16 de octubre el país amaneció con un claro vacío de liderazgo. Luego de la ruptura del hilo constitucional realizado por el TSJ a finales del mes de marzo, Venezuela se levantó en desobediencia y, luego de 4 meses de lucha diaria, los ciudadanos demostramos nuestro compromiso con el país y con determinación, el 16 de julio se definió una ruta para la superación de la crisis política y que condujera a la salida del régimen.

Frente a todo esto, la dirigencia política parecía unida en el objetivo y los ciudadanos confiamos en ella.

Cuando el régimen estaba más acorralado y débil, inventa una convocatoria a la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y a partir de ahí, comenzó la desviación de la lucha. La dirigencia convoca ahora a impedir la realización de la fraudulenta ANC y no a continuar en la lucha por la salida del régimen y el restablecimiento del hilo constitucional, que fue la motivación de las protestas iniciadas el 31 de marzo.

El primer fracaso se consuma el 30 de julio con la elección y posterior instalación de la ANC fraudulenta y gracias a la locura del régimen, se comete un mega fraude, que le permite a la dirigencia política “lograr” una aceleración en la deslegitimación internacional e interna del régimen.

Luego, entre generar las condiciones para la aplicación del mandato del 16 de julio y la lucha contra la fraudulenta ANC, el régimen, desde su coordinación electoral, convoca a elecciones regionales para el 10 de diciembre. Estos comicios son adelantados para el 15 de octubre y modificados por la ilegal ANC, convirtiéndolos en “elecciones a gobernadores”, ya que no serían electos los Consejos Legislativos Estadales. Dichas acciones generan la suspensión total de la agenda de calle, la división en la “forma de lucha”. Convirtiéndose en el segundo fracaso de la dirigencia.

Ir o no ir a votar consumió dos meses de vida de los venezolanos, mientras la coordinación electoral tomaba todas las medidas para hacer un proceso a la talla del régimen; logran dividir a la “unidad”, generan condiciones intolerables de participación y por último, cambian a los electores de los centros de votación a 48 horas de la “Elección”. Sin embargo,  montados en el argumento de la defensa de los espacios y para evitar que surgiera la llamada abstención, no se le hizo mucho ruido a estos eventos.

Entre optimismo infundado y optimismo real, se realiza el proceso y con el resultado, se consuma el tercer fracaso, que de la noche a la mañana pasó de fraude a irregularidades.

En todos estos escenarios el ciudadano respondió, cumplió y aún en las más grandes adversidades participó. Al momento de escribir este artículo, no hay respuesta, ni responsable de este último fracaso.

El silencio ensordecedor de los venezolanos lleva consigo un gran grito de exigencias: un liderazgo que con coherencia encamine la organización, estructura y ruta que nos lleve a la libertad. No es reacomodar lo que existe, es asumir la construcción de lo que no existe, lo que no hemos hecho en 18 años. Es la presentación de una visión de país que valore al ciudadano, que sea incluyente, sin chantajes y sin cálculos de proporcionalidades.

Venezuela está sin conducción, pero tiene mucho futuro.