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Absolutamente, nada normal, es que varios efectivos de la GN tomen a una mujer indefensa, la arrastren literalmente por el piso y la lleven a un lugar más discreto para golpearla.  Por fortuna, alguien grabó la escena de un innecesario ensañamiento y humillación con una periodista que legítimamente protestaba al régimen.

Satisfechos de un enorme acto de irresponsabilidad, tampoco es normal que varios agentes de la PN tomen a un distraído joven transeúnte estudiante de música, y lo apresen para inculparlo de la alteración del orden público. Suele ocurrir; las acciones represivas se convierten en una inmensa pesca de arrastre en la que caen más justos que pecadores.

El conductor, enmascarado por un enorme casco, lentes oscuros y creyéndose el héroe con el pecho hinchado, lleva en la parrilla de su motocicleta a una muchacha esposada, cual si fuera un trofeo, creyéndose victorioso de una extraordinaria batalla que nunca será capaz de librar con el malandraje de un barrio urbano. Ese, es el mismo padre o madre de familia que lanza sus artefactos lacrimógenos, sabiéndolos gases vencidos, y dispara como el mejor gatillero de los colectivos armados, para regresar en la noche a su hogar y encarar los naturales problemas de la familia.

Revelando una gravísima patología, no hay un ciudadano que caiga al piso y no se vea rodeado y afectado por las patadas y culatazos de los represores que luego comentarán el acierto de sus golpes; cuando no de un disparo. Parecieran animales predispuestos por siempre al linchamiento del muchacho que osó molestar su tranquilidad o a la violación colectiva de la linda muchacha que en buena lid no logran conquistar.

Existe demasiado morbo en las jornadas represivas de este régimen que preocupa, sobre todo, cuando sea reemplazado gracias a sus secuelas. Hay algo más que la banalidad del mal, que a un efectivo o agente le dé igual atrapar a un inocente y malograrlo, que se sienta libre para satisfacer – así sea por un instante – una profunda morbidez personal y grupal, que opte gratuitamente por un fanatismo político, en el mejor de los casos: esto no es otra cosa que un vulgar y despiadado fascismo.

@LuisBarraganJ