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En Venezuela atravesamos una de las mayores crisis de nuestra historia como República –yo diría que la peor. Es difícil ignorar el hecho de que una gran cantidad de jóvenes en este país serán unos resentidos, y cómo juzgarlos, si nos están arrebatando tanto.

El lunes, a las 3:30 am, mi hermana y yo recibimos una llamada telefónica mientras dormíamos. Nada bueno había que decir a esa hora; nos llamó una tía para informarnos que mi abuela había sufrido un infarto y que había muerto. Mi hermana, desconsolada, no hacía otra cosa que llorar, y no es para menos, es la partida física de un ser querido.

Por otra parte y a pesar de esa gran pérdida, no me sentí tan mal porque había sido una muerte de manera “natural”, Dios así lo quiso; como quien dice, “le llegó la hora”.

A las 7:30 am me fui a trabajar con algo de tristeza, pero en el fondo con algo de tranquilidad, porque en Venezuela no todos tienen el “privilegio” de morir por causas naturales.

Entre tantas cosas, después de tan amarga noticia para la familia, una de mis tías se dirigió a Los Valles del Tuy para llevar unos papeles que se necesitaban para poder trasladar a mi abuela desde el estado Miranda hasta el estado Sucre.

Dadas las 3:30 pm regreso a mi casa, pocos minutos después llega mi tía. Hablamos un poco y le digo: “Es triste y realmente lamentable, pero, por lo menos, fue algo natural, a lo que ella respondió: ‘¿Natural? Hija, nos la dejaron morir, a tu abuela no le dio un infarto, sólo se le bajó el azúcar y en el hospital no había solución glucosada”.

Esto fue lo que realmente pasó:

A las 2:00 am, mi abuela empezó a tener malestares, se sentía mareada y tenía sudoración excesiva, lo que llamamos coloquialmente un “yeyo”. Su nuera, quien se encontraba con ella, se dio cuenta de que lo que tenía mi abuela era una baja de azúcar y en su intento por ayudar, le dio a probar solo un poco de azúcar.

“Hija, por favor llévenme al hospital, porque yo no me quiero morir aquí”, expresó mi abuela en su intento por vivir.

Después de esas palabras, desesperada, la nuera salió por el barrio tocando puertas y llamando a los vecinos para pedirles que por favor socorrieran a mi abuela, pero la solidaridad aquí brilla por su ausencia.

En su instinto por solucionar, no se le ocurrió otra cosa que utilizar, junto a mi tío -hijo de mi abuela-  una carretilla, ponerle unas sábanas y llevar a mi abuela allí, sí, encima de una carretilla.

Por un lado de la carretilla, la nuera y por el otro, mi tío. Tras andar por esas calles desoladas y oscuras, encontraron un módulo de la Guardia Nacional y contaron con la increíble “suerte” de que iba pasando un autobús.

Aun con fuerzas y algo de lucidez, mi abuela, la nuera y mi tío abordaron el bus. Llegaron a un hospital y al entrar, le explicaron a los médicos de la entidad lo que pasaba con mi abuela.

No tenemos solución glucosada”.  Eso es todo lo que pudieron decir, eso fue todo lo que hicieron…

Mi abuela tomó asiento y esperó. Esperó y su rostro cambió de color. Esperó y se le subió la tensión. Esperó y sufrió un paro respiratorio.

Y así como mi abuela, miles de venezolanos más han pasado por lo mismo.

A pocas horas de tan doloroso acontecimiento, en el centro de Caracas el régimen canta, baila y festeja las desgracias por la que atravesamos muchos.

Yo no quería hablar de esto, yo no quería “politizar” esto, pero el único responsable de que los venezolanos mueran a falta de medicamentos y atención es Nicolás Maduro.

Hablan de “traición” a la patria. ¿A mí qué me importa si dicen que “traicioné” a la patria? ¿Traición a la patria? Traición a la patria es que los otros países donen medicamentos y alimentos a Venezuela y ustedes nieguen el paso, y que lo poco que entra al país lo vendan, porque ustedes prefieren ver a los venezolanos sumergidos en la miseria o muertos. Eso es traición a la patria.

A mí no me vengan con el cuento de la guerra económica.

¡La única solución que se necesitaba era solución glucosada!

@Dalyr18