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Hay variables o eventos que a pesar de ser inevitables o que su materialización escapa de nuestro control nos atormentan y preocupan. La muerte es uno de ellos, puede ocurrir o muy pronto o muy tarde, depende de cómo uno lo vea. Es pronta por ejemplo, si un padre o madre ven morir a su descendiente antes que alguno de ellos, situación ésta que los que tenemos la dicha de ser padres la vemos como algo horrible y contra natural; no es usual que la muerte de un hijo preceda a la de su padre o madre y el dolor por esa pérdida debe ser indescriptible, sin lugar a dudas. Es tardía cuando por ejemplo un cuerpo lucha desesperadamente contra un estado mórbido sin tener calidad de vida y menos aún esperanzas de sobrevivir.

Nos resistimos a aceptar la muerte, seamos francos. Nadie desea morir aun cuando para muchas religiones o creencias, la muerte es solo alcanzar un estado superior de vida, la separación del alma del cuerpo y la continuación de la vida en forma espiritual.

La muerte debería ocurrir por causas naturales incluyendo en ellas, las derivadas de enfermedades o padecimientos que el mismo cuerpo incuba y desarrolla por innumerables factores. Lo que es inaceptable, despreciable y condenable desde todo punto de vista es cuando la muerte es causada por órdenes o acción de otro ser humano y más grave aún si es por órdenes de quien ocupa la presidencia o jefatura de un país o lidera una tiranía o régimen totalitario. Más de 8190 muertos incluyendo fusilamientos, ajusticiamientos, muertes extrajudiciales, más directamente, asesinatos, no es un récord digno que un ser humano quiera tener. Son más de 8190 asesinatos que con total indiferencia y sin vergüenza ni pena alguna, llevó sobre sus espaldas un monstruo para algunos o un héroe para otros, quien apoyado en la tesis de una ideología trasnochada y fracasada torturó, vejó, fusiló, desapareció y asesinó a todo aquel que se atrevió a disentir, pensar diferente o ser un estorbo en el desarrollo de un proyecto político supuestamente beneficioso para el pueblo pero que luego de más de 55 años implementándolo solo le ha dejado una violación continuada de derechos humanos, desolación, hambre, opresión, aislamiento y miseria. Ni sus “entrañables amigos” del alma se salvaron de ser despachados; el Che, uno de ellos porque se atrevió a criticar al sistema soviético de la época –aliado del monstruo- y acercarse a China lo que ese monstruo consideró un peligro.

Le llegó su hora. Lamentablemente falleció otro dictador, tirano y genocida sin ser juzgado y condenado. Que fue un personaje notable y que marcó pauta durante parte del siglo XX no se puede negar. En nuestro país patas arriba altos personeros del  gobierno le rinden pleitesía, varios días de luto nacional, lo lloran, lo enaltecen, lo veneran, ha muerto su héroe, un padre para algunos. En otras partes celebran o destacan su muerte no por ella en sí misma pero si porque hay un dictador y un violador menos de derechos humanos. Y uno se pregunta, ¿cómo reprochar que los familiares de esos 8190 asesinados y todos aquellos que fueron despojados de sus propiedades, o que se vieron obligados a irse de su país celebren la partida de ese personaje?

Querido por muchos y odiado por otros tantos se fue Fidel, un monstruo, para mí un monstruo macabro que oprimió a su pueblo. Queda su obra que espero sea recordada como el ejemplo de todo aquello que no debe hacer un ser humano, una persona para mantenerse en el poder y menos aún que cientos de miles lo permitan.

@Eduardolawyer