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El 6 de diciembre se supone que se reúnen nuevamente 3 partidos de la Mesa de la Unidad Democrática junto al régimen en la llamada “mesa de diálogo” que se instaló el 30 de octubre en el Museo Alejandro Otero de Caracas. Las movilizaciones de calle incluyendo la ida a Miraflores y la evaluación política de la gestión de Maduro, además de la enorme presión internacional encabezada por el Secretario General de la OEA, fueron metidas en un congelador a cambio del reconocimiento de derechos exigidos por la alternativa democrática incluyendo una salida electoral a la crisis que bien podía pasar por un referendo revocatorio este año 2016 o elecciones generales muy adelantadas.

Quienes reconocemos la naturaleza dictatorial de este régimen sabíamos que las posibilidades de éxito de semejante iniciativa de diálogo eran prácticamente  nulas porque, entre otras cosas, la tiranía “chavo-madurista” siempre ha utilizado el diálogo como bombona de oxígeno para atornillarse en el poder y procurarse algo de legitimidad internacional.  El  precio de la sentada fue elevado en términos objetivos (se paralizó la presión de calle y las facultades de la Asamblea Nacional a las que paradójicamente se les exigía respeto desde la lamentable mesa de conversación) y muy especialmente desde el punto de vista de las consecuencias que se generaron en el ánimo de la inmensa mayoría de venezolanos sedientos de cambio urgente ante la tragedia humanitaria que padecemos.

Ha transcurrido más de un mes en el que el régimen obtuvo exactamente lo que quiso y la alternativa democrática no ha obtenido nada.  Maduro se medio lavó la cara y las posibilidades de cambio político antes del 10 de enero de 2017 lucen prácticamente liquidadas.

El panorama es desolador y, partiendo de la premisa de que no se deben vender falsas ilusiones al ciudadano (siempre he creído eso), todo parece indicar que diciembre se terminará de ir y la dictadura y su modelo de destrucción del país continuará hasta el 2018, quizás con un par de eventos electorales de por medio.  Luego del 10 de enero del año que viene, cualquiera de los supuestos de falta absoluta contemplados en la constitución nacional conlleva a la asunción del poder por parte del vicepresidente de la República, puesto allí por Maduro.

Sin abundar en detalles del cómo y por qué llegamos a este lamentable punto, creo que vale la pena reflexionar si es que acaso un sector de la MUD desde un principio “jugaba” a que la resolución de esto llegue si acaso en el año 2018.  ¿Serán gratuitas aquellas declaraciones de altos voceros de la Unidad cuando, en diciembre de 2015 decían que “la prioridad no es salir del régimen sino la solución de la crisis”? ¿acaso esos voceros estimaban que el modelo económico y medidas se definían desde la Asamblea Nacional y no desde el Poder Ejecutivo como contempla nuestra constitución? ¿O será más bien que, en efecto, la intención no ha sido jamás buscar la salida pronta del chavismo del poder, sino esperar a que las ruinas del país los desaparezcan? ¿O que “el régimen rectifique”?

Los días venideros serán cruciales no sólo por lo que se haga y diga, sino sobre todo por lo que no se diga y se deje de hacer.

(@juliomelovente)