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La alimentación del venezolano es preocupante, en todo sentido: la cantidad de dinero que necesitas para comprar “algo”, dónde conseguirlo y qué hacer para sobrevivir a la desnutrición. No pienso referirme en estas líneas al vestido o contextura de las personas, sino a lo que ha ocasionado el cambio: el hambre.

Algunas veces he pensado que uno de los grandes retos de los regímenes totalitarios es mantener a la gente entre los límites de la miseria y el miedo, como respuesta de sus erradas políticas económicas y peor aún, como estrategia para cumplir sus objetivos, es decir, la permanencia en el poder a cualquier costo.

Es común ahora en Venezuela la pregunta ¿Por qué estas más flaco/a? y las respuestas varían con más o menos la gracia típica de nuestra gente, pero tras cualquier comentario está el hambre, con el sufrimiento que consigo trae. Los días en Venezuela pasan dejando cifras alarmantes, en un estudio de la firma More Consulting para la Asamblea Nacional y publicado en el portal web El Estímulo se estima que aproximadamente 53,9% de los venezolanos se va a dormir sin comer, 57,8% de los padres dejan de comer para darle la comida a sus hijos y el 88,9% temen por no tener comida. Éstas son las cifras, pero el hambre ya está en todos lados.

Algunas personas se esconden tras la sombra de la noche para buscar en la basura, otras ya no temen al qué dirán y en el día buscan entro lo poco que otros dejan, sin temor a nada. Denunciamos hace unos días a los niños comiendo basura en la calle, el llamado a las autoridades pertinentes se hizo, pero fue otro caso omiso.

En la radio comentan “la fisionomía del venezolano ha cambiado” y es cierto, ha sido un cambio brusco y obligatorio ante la necesidad. Las personas están flacas, sus cuerpos escuálidos denotan una realidad que no se puede ocultar ni con toda la propaganda del mundo. La llaman “la dieta de Maduro”, “Nicolight” o “la crisis”, y en realidad es una desnutrición bárbara. Incluso cuando, por buena suerte, puedes comer las tres comidas, no llevas a la mesa todos los ingredientes de una dieta sana, sino apenas lo que se consiga o puedas pagar.

El régimen venezolano ha propiciado, en su gran mayoría, la destrucción del aparato productivo nacional, desde las expropiaciones, expoliaciones, control de divisas y la persecución a los empresarios, su concepción de la economía es ésa, el control, pero la factura es a nombre al pueblo. Ninguna de las políticas públicas, enmarcadas y publicitadas como Misiones Sociales han solucionado la escasez en Venezuela. Por el contrario, cada plan empeora la situación y no resuelve el problema de fondo, la producción. La misión Mercal, mercados públicos con comida regulada; PDVAL, Distribución de alimentos por la Estatal Petrolera; las tarjetas de alimentación o los Comités Locales de Abastecimiento y Distribución (CLAP), donde repartían la comida por bolsas en las casas sin factura y a precios desiguales, han generado colas, violencia, humillación y corrupción desmedida, todo esto basado en el hambre y la necesidad de la gente.

Es doloroso el sufrimiento por no comer y también lo es por no poder hacer nada, hasta el proceso de siembra han estropeado. Hoy en día los campos que eran los más productivos de Venezuela, como El Valle de Aragua, se han llenado de maleza al lado de comunidades que sufren. En 2010, Hugo Chávez intervino a la fuerza la empresa Agroisaleña que surtía a gran parte del país de insumos agrícolas, hoy con el nombre de Agropatria y la administración del Estado, es una empresa quebrada y sin mercancía, sin mencionar que regiones como Falcón, con tierras productivas, no tienen agua ni para el consumo.

Las consecuencias del hambre son a largo plazo. La doctora Mercedes, de Fundación Bengoa, alerta que “el que no se alimenta bien, no piensa”, además de la preocupación por los niños que sobreviven a la desnutrición, ya que quizás algún día recuperen la talla, pero no el desarrollo psiconeurológico. En definitiva, el legado durará mucho y el llamado a esperar es criminal, es la ética de la urgencia ante un país que cambia de talla y muere de hambre.

@MartinezMiguell