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El venezolano está bastante curado en ingenuidad, deben quedar pocos que realmente confíen en la MUD como portadores de una solución y capaces de conducirnos hacia  la libertad. Caciques sin indios, capitanes sin marineros, cogollos con intereses propios –y tan oscuros- que distan tanto del sentimiento popular que más que confusión, generan rabia.  Sobreviven gracias a la resignación, a la falta de liderazgo, a los “intelectualoides” y sus artículos de “análisis y opinión” sobre las vías democráticas correctas para cerrar este capítulo oscuro que nos ha tocado vivir.

La hegemonía comunicacional del régimen está en pañales, comparado con el daño que nos hacen estos “letrados” de oposición, canalizando y enfriando vilmente el fuego que arde dentro de todo aquel que tiene que hacer colas interminables para comprar comida y medicinas. Ese fuego visceral, ese fuego que nos hace humanos, ese fuego que tantos imperios ha derrocado. Ese fuego que tratan de extinguirnos, ahora desde nuestro propio seno. La resignación los mantiene a flote.

La resignación es lo que nos impide aceptar aquello que tenemos frente a nuestros ojos: Lo que se ha estado haciendo no es suficiente. Es la verdad que arde, que duele; hemos fallado. El miedo es lo que nos impide a tomar una decisión: se necesita depurar el manantial del que hemos estado bebiendo, hay que sacar la manzana podrida de la cesta; es necesario replantearnos. Y la costumbre es lo que nos impide proponer algo diferente.

Para romper este paradigma comienzo conmigo. Esto no es sólo una crítica (una más de cientos de miles de venezolanos inconformes que, mentando madres, brotan en verborreas a través de redes sociales).

Hoy trato de quebrar la costumbre de sólo criticar y hoy trato de proponer. La pregunta del millón de lochas: ¿Cómo logramos un cambio REAL? En mi opinión, la solución está en la definición de la palabra PODER. ¿Quiénes posicionamos a la –mal llamada- Unidad? ¿Quiénes los llevamos a dónde están? ¿Qué les dimos… que tanto quieren mantener? Votos y apoyo (léase, asistencia a actividades o confianza en sus decisiones), en pocas palabras, fuimos nosotros, tú que lees esto y yo lo que lo escribo, quienes los empoderamos. Y así como dimos, así podemos quitar. ¿Debemos mantener un apoyo ciego a una gente que vendió el país? ¿Seguir aplaudiendo a aquellos que se estrecharon la mano, sonriendo, con el tirano que nos azota? No, ¡NO!

¿No estás cansado de despertarte y revisar las noticias a ver si ocurrió un milagro?  Sospecho que ya saldrán algunos fanáticos de Capriles o miembros de los partidos pro-diálogo a tacharnos con la palabra divisionistas o radicales, y si usted piensa igual o tiene una opinión parecida, prepárese porque ahí vienen los ataques de los sabios y estudiosos de oposición.

Hermanos, se los digo en criollo: ¡no les paremos bolas! Ya esa excusa y esa acusación no tienen efecto. ¿Acaso soy un radical porque digo algo que todos piensan? Ya no hay un camino ni un objetivo, todo se derrumbó y se vendió al régimen. No quiero ni imaginar el ratón que aún cargan Maduro, Jaua y su combo después de la celebración post-diálogo. Si a alguien se le está concediendo un milagro es a esta dictadura. Es un milagro que no estén presos todos, todavía.

A los que desde el 2014 venimos objetando, sin miedo, las decisiones de la MUD (y proponiendo otro camino) no nos importa cómo nos llamen, la gente ya sabe quién es quién. Los que se sentaron a dialogar en Miraflores hace tres años, enfriando las protestas de los estudiantes y de la sociedad civil, son los mismos que hoy se vuelven a sentar en las mismas sillas, pero con otros cargos, en algunos casos, muchos más altos. ¡Qué coincidencia!

Es el momento de ponerles un parado, con inteligencia y criterio. Los vendidos: ¡pa’ fuera!, basta de sus shows y cortinas. Se caen a insultos y a discursitos de amenazas unos contra otros y luego se dan la mano, besos, comparten unos traguitos o una llamada amigable para felicitarse mutuamente.

Muchos dirán “que bonito es criticar desde afuera”, me da igual. Yo no me fui porque quise, y cualquiera de los que está en Venezuela debe tener algún familiar en el exterior que le dirá que la vida de emigrante no es una panza, es una roncha. Todos quisiéramos estar en nuestra tierra ayudando a reconstruirla y sacarla adelante y tenemos familiares allá que se las están viendo feas y que tenemos que ayudar como podemos desde donde estamos.

Para lograr una verdadera transición hacia la democracia debemos estar claros de que no será con esta Unidad, sino a través de una dirección política de líderes dispuestos a darlo todo por Venezuela, de líderes que estén claros en que no se puede perder más tiempo ni dar más plazos, porque el tiempo es lo más valioso, y cada venezolano lo pierde sufriendo o muriendo.

Para concretar, la MUD cree que tiene a Dios agarrado por la chiva y esto debe cambiar. Es momento de canalizar nuestras esperanzas de otra manera y no a través de los que hoy son portavoces de la Unidad. Los ciudadanos deben hablar y ser escuchados, no ser ignorados bajo argumentos ridículos. Por eso, lo que propongo se logra en 3 pasos:

1) Depurar la actual unidad. Dícese de “chao pescao” a los traidores con su diálogo.
2) Empoderar una unidad nacional seria, de gente no reaccionaria, sino activista.
3) ¡PA LA CALLE! Proponer un camino para salir del régimen lo antes posible. Las opciones están, solo que fueron vendidas, la gente saldrá de nuevo a la calle y tendrá ganas de luchar cuando realmente exista un camino con plazos, serio y tangible.

Debemos dejar el miedo de lado y no tener en la mente ese mensaje que han sabido vender bien de “necesitamos la Unidad», «no podemos dividir», es verdad, necesitamos unidad, pero una unidad nacional donde el ciudadano sea el que mande y que los políticos con bolas y ovarios nos guíen.
De aquí al 6 de diciembre podemos pensar en esto. No importa si estás en Venezuela o en el exterior, de alguna u otra manera nos apoyaremos. Viva Venezuela.

@EusebioCosta