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Hoy quiero compartir con todos, la historia cotidiana e incluso común de Ricardo, un joven Venezolano a quien conocí de niño y en sus ojos pude ver el espejo de mi país. Ricardo se caracterizó desde muy pequeño por comunicar con sus ojos ternura, curiosidad, paz, esperanza. Sus seres queridos más cercanos siempre contaron con su mirada silente, pero profunda y reflexiva. Él era esa mirada de la conciencia, capaz de brindar de forma acertada el mensaje oportuno.

Con los años, Ricardo dejo de ser niño y se transformó en un joven trabajador de una barriada popular de Caracas, amante del beisbol, trabajador y lleno de futuro. Sus padres, hermano, abuelos, tíos y primos reconocían en él a un buen ciudadano, honesto y comprometido con el servicio. Ricardo junto a una bella esposa conformó su hogar y recibió dos bendiciones; un hijo varón y una bebé que tiene seis meses en el vientre de su madre, ambos sin duda heredarán sus ojos.

Ricardo en medio de sus vacaciones laborales, decidió acompañar a unos amigos y a su hermano a jugar pelota, llegando a su casa antes de las nueve de la noche, porque la cosa no esta buena y la calle es peligrosa. Su previsión no bastó para evitar que una bala cerrara sus ojos y dejara huérfanos a sus hijos. Esa bala le arrancó a Ricardo el derecho de conocer a la hija que viene en camino, esa bala sembró en el corazón de sus seres queridos la desesperanza de la injusticia, dejando, como en miles de hogares venezolanos, el vacío inexplicable de un ser querido.

Detrás del arma de la bala homicida seguro esta otro joven, otra vida que a diferencia de Ricardo vive arrancando miedo y terror en el barrio, otro Venezolano que producto de quién sabe qué, tomó el peor camino.

Hoy los ojos de Ricardo nos ven desde el cielo, y con estas palabras quiero hacerle homenaje: que tu mirada nos guíe, que tu mirada nos recuerde que merecemos un mejor país, que tu mirada celeste nos reconforte y permita seguir recordándote, recordándonos la profundidad del perdón, que tu mirada nos de esperanza sobre el país que estamos luchando, que nos impulse a seguir confrontando el hampa y la injusticia, que tu mirada nos llene de fuerza para el rescate de la patria. Gracias por tu mirada querido amigo.

Hoy, en medio de los rezos por tu partida, siguen sin respuestas las preguntas de tu madre Haifa ¿Por qué a mí muchachito?, sigue sin respuesta el llanto de Elías preguntándose ¿Existe Dios?, sigue sin consuelo el llanto de mi hermano Junior que nunca pensó llevarte al cementerio.

Hoy, son miles de ojos que se cierran por una bala, disparada en un país sumergido en una violencia cotidiana. Son cientos que caen día a día, son niños que crecerán extrañando a su papá.

Pero hoy, tú y yo, amigo lector, tenemos la oportunidad divina de abrir nuestros ojos y tomar conciencia, el camino que transitamos no es el correcto y podemos hacer algo para cambiar nuestro destino como nación, juntos en la calle, debemos protestar por un cambio de sistema, cambio de modelo, para que nunca más las balas nos trasladen sin clemencia a la oscuridad y el miedo.

Ricardo, tu vida no fue en vano, por tus hijos debo luchar y esforzarme para que prosperen en libertad y paz.

 @francocasella