El diálogo, en el buen sentido de la palabra, debe ser entendido como aquellas conversaciones en las que las partes exponen sus ideas, sus puntos de vista y sus argumentos en aras de llegar a un acuerdo. En el caso que nos ocupa, para sentarse a dialogar, las partes deben tener claros los objetivos que persiguen y por supuesto que deben estar presentes unos principios, términos y condiciones que lo sustenten, basados en el reconocimiento y respeto de los derechos y deberes que la Constitución y las leyes establecen.
En política y en todos los ámbitos el diálogo juega un rol importantísimo, ya que de entrada implica que dos o más partes con posiciones contrarias o encontradas se vean las caras en la misma mesa. Hay que poner a un lado el fanatismo y radicalismo y a través de la discusión respetuosa, que no significa asumir una actitud entreguista ni perdida, permite por vía del acercamiento y de la conversa racional explicar los argumentos, posiciones, actuaciones y procederes de cada uno de los actores que se encuentran en la mesa, contando de ser posible con mediadores reconocidos por su compromiso con los principios democráticos y que mantengan una posición neutral con respecto a los dialogantes.
En estos momentos en que en nuestro país hay una acentuada escasez de alimentos y medicinas, ya elevada a nivel de crisis humanitaria, con una ruptura del hilo constitucional recién declarada por la AN, pero de vieja data, ausencia de separación y respeto por los poderes públicos, afectando el sistema de contrapeso o control entre ellos, ilegal anulación de la AN elegida por el voto popular, cierre de puertas al RR y de cualquier expresión popular mediante el voto, prohibición y represión de manifestaciones públicas no afectas al gobierno.
Asimismo, hoy existe un TSJ, un CNE, una Fiscalía, una Contraloría y una Defensoría del Pueblo a merced y voluntad del régimen y una Fuerza Armada indiferente. Nuestro país vive días aciagos e inciertos y que tienen a la población sumida en el miedo y la desesperanza.
La situación ideal sería que se llevara a cabo un diálogo provechoso y oportuno, para lo cual se requiere una verdadera voluntad política para conversar y alcanzar acuerdos en beneficio del colectivo, pero el régimen sólo se ha jactado de estar dentro de la Constitución, sin cumplirlo.
Las pocas oportunidades en que el régimen ha aceptado sentarse a dialogar han sido cuando se ha visto doblegado y vencido por las circunstancias derivadas de las erradas políticas económicas implementadas, pero al final dicho diálogo no ha sido sino un placebo empleado para insinuar y dar la falsa imagen de buena voluntad y disposición, ganar tiempo, apaciguar la protesta, confundir a la comunidad internacional y al final diluir la grave situación, volviendo nuevamente al punto de partida y arremetiendo contra el ciudadano y sus derechos.
A pesar de lo antes expuesto, este 24 de octubre se comenzó a hablar de un diálogo promovido por representantes del Vaticano, anunciado por la MUD; otros lo llaman conversaciones o reuniones previas, pero en todo caso para ello no se involucró ni informó a todos los líderes políticos y sociales y demás integrantes de la coalición opositora. Ello es grave por el mensaje que transmite. Hace apenas un par de días la AN declaró la ruptura del hilo constitucional y aunado a ello, los líderes oficialistas han declarado que no cederán ni negociarán sus pretensiones; tildan de mentirosos, golpistas, terroristas y apátridas a todos aquellos que se atreven a disentir.
Es por ello que más de un 80% del país requiere y exige una unidad superior y monolítica para superar este trance. En el ambiente no se siente ni se respira optimismo con este presunto diálogo. Este régimen no se dejará doblegar a través de un diálogo y menos aún luego que dejó en evidencia que no se someterá al escrutinio popular de ese pueblo con quien dicen contar y al que día a día pisotea sus derechos. Hay que retomar esa unidad superior y encausar hacia la libertad todas esas energías de un pueblo reprimido y harto de tanto desastre.
La voluntad de un hombre o de un grupúsculo no puede estar por encima de un 80% del pueblo que los rechaza y el pueblo mismo debe ser responsable de escribir el futuro que quiere hoy para las generaciones futuras.
@Eduardolawyer