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En el marco de la denominada HOJA DE RUTA DEL CAMBIO 2016, planteada por la mesa de la unidad democrática, y que contempla la aplicación de los diversos dispositivos constitucionales que permitan, de forma pacífica, poner fin este año a este régimen, se ha llamado a una gran movilización nacional de cara a solicitar la renuncia de Nicolás Maduro.

Ante la solicitud de la renuncia a Nicolás Maduro algunos personeros del régimen han manifestado que la renuncia es un acto voluntario y que si es bajo presión se convierte en un acto hostil, un hecho desafiante al Estado y de violación de la Constitución.

También  hay voces que sostienen que es de ingenuos solicitar y esperar que Maduro renuncie.

Pues bien, en mi condición de ciudadano considero que la solicitud de renuncia a un gobernante no puede considerarse un acto hostil ni mucho menos anti-constitucional, sino que por el contrario constituye un ejercicio directo de la soberanía.

El art. 5 de la CRBV dice:”La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma prevista en esta Constitución y en la ley, e indirectamente, mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder Público. Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos”.

Es decir, que al elegir  a un gobernante se le delega la responsabilidad de gobernar pero no se le transfiere la soberanía y es el gobernante como representante de un órgano del Estado quien está sometido a la soberanía popular y no al revés.

Y es también como ciudadano, que interpreto como el ejercicio directo de la soberanía el desconocimiento a   la “autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos” tal como lo establece el art. 350 de la Constitución.

En razón de ello la renuncia no depende solo de un acto voluntario de un gobernante, se trata también de someter al máximo mandatario a la soberanía popular tal como lo establece la constitución.

Pedir la renuncia a Maduro, no esuna cuestión de ingenuidad, es cuestión de asumir el compromiso histórico de decir ya basta  a un régimen que evidentemente menoscaba los derechos humanos al reprimir, encarcelar sin delito y torturar a quien lo adversa, un régimen que  no ha sido capaz de garantizar la seguridad de sus ciudadanos y con ello enlutado a más de 200.000 hogares en los últimos 17 años, que ha condenado a un pueblo a morir de mengua por falta de medicamentos y adecuados centros de salud, que como toda dictadura comunista se sirve de la escasez como instrumento de sumisión y control ciudadano, que ha forzado a más 1.400.000 venezolanos a buscarse la vida en otras latitudes porque ha destruido, como parte de su proyecto político, la generación de empleo. Un régimen que dilapidó la mayor renta petrolera que ha tenido gobierno alguno en la historia, que destruyó PDVSA y dejado como parte del legado una inflación de más del 3.000 % y vacías las arcas de la nación. Un régimen que en su afán de expansión de su trasnochado y fracasado proyecto político, hipoteco a la Nación en beneficio de sus aliados ideológicos y en perjuicio de quienes nacimos, crecimos y construimos este hermoso país.

Cabe entonces preguntarse si es de ingenuos ante tan sombrío escenario solicitar la renuncia de la cabeza de todo este entramado de corrupción, ineficiencia y perversión. Ingenuos seremos si enmarcamos nuestra lucha por el rescate de la República, exclusivamente en el ámbito y bajo las condiciones que al régimen le conviene y nos inhibimos del legítimo derecho a ejercer la protesta.

Si en una democracia es un legítimo derecho exigir la renuncia a un Presidente, en una dictadura tal derecho se convierte en un deber ciudadano, en un acto de dignidad y de responsabilidad.

En la historia abundan casos de dictadores, que aún el día anterior a su renuncia o huida negaban tal posibilidad.

Aquí no sólo se trata de lo quiera Nicolás Maduro. Los ciudadanos no podemos condicionarnos a exigir lo que por derecho nosestá consagrado, en función de si seremos o no atendidos en nuestra exigencia, porque quien clama por la libertad no condiciona su grito a ser escuchado.

Twitter: @JoseAVega