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No tengo dudas. Eso fue lo que le hicieron a Leopoldo López: lo lincharon políticamente, o al menos lo están intentando. Esa es la forma de sacar del juego a uno de los más claros liderazgos opositores que, junto a María Corina Machado, Antonio Ledezma, entre otros, emprendieron un plan de lucha contra el régimen, pagando altísimos costos pero nunca vendiendo su honor y dignidad.

Lo que hoy le hacen a Leopoldo, intentando quebrar su espíritu, es exactamente a lo que estamos expuestos todos en la Venezuela de hoy. Todos los que nos oponemos al régimen, de una u otra forma, somos linchados a diario con insultos, con desprecio, con señalamientos, como si fuéramos enemigos de esta tierra que nos vio nacer y de la cual sólo queremos que esté bien para nosotros estar bien.

El mismo linchamiento con el que azotan a la juventud, a los que se van, a los que matan. El mismo linchamiento que promueven cuando hay seguridad sino la que las propias manos brindan, entre la frustración y la rabia. El mismo linchamiento de quienes deben llegar a los golpes por dos kilos de lo que sea que no les deje morir de hambre. Cuando humillan, cuando nos vuelven sumisos, cuando nos tienen execrados, somos víctimas de un linchamiento.

Eso de truncarle el futuro a Leopoldo, de alejarlo de su familia, de negarle derechos fundamentales, de acusarlo de falsos cargos, de intentar acorralarlo entre el miedo y la incertidumbre, es a lo que todos estamos expuestos a diario. Es el estado natural de una Venezuela que, así como Leopoldo, está linchada por doquier, sedienta de justicia.

Pero también linchan a los estudiantes que fueron  sentenciados junto a Leopoldo, marcándolos de por vida, tratándolos como delincuentes en un país donde la delincuencia es la reina y amiga de la impunidad, donde matar tiene menos años de prisión que exigir libertad. Christian, Ángel y Demián, son víctimas del mismo linchamiento que arrebata sueños y vidas, que somete y que hace del régimen el más cruel verdugo, creyéndose intocable. Marco, sabiamente, sabía lo que le esperaba. Sacrificó su país por su libertad y por su futuro. Aunque hoy lo señalen de prófugo, realmente dejó mucho aquí, incluso su alma presa al no poder crecer en el país por el que luchando lo apresaron. Todos ellos, víctimas de tortura y represión, fueron linchados también.

Dentro de todo esto, hay dos cosas que me preocupan: la primera es creer que el régimen está débil; la segunda es el tratamiento exclusivamente electoral del tema.

Sobre creer que el régimen está débil, presiento que es más un acto de ingenuidad que de realidad. El régimen está enviando mensajes: con una condena de esa magnitud, demuestran que están conscientes de permanecer en el poder todo lo que puedan; todo aquel que intente llamar a la calle, en rebelión, tendrá un futuro como el de ellos; así usted no haya hecho nada, el régimen hará todo para demostrar que sí lo hizo; controlan todo y hacen lo que les da la gana.

Con respecto a lo segundo, afirmar que esa sentencia contra Leopoldo y los estudiantes es temporal y que con una victoria el 6 de diciembre saldrán libres es, cuando menos, fantasioso. Y no lo digo porque no crea que sea posible o que no seamos mayoría, sino porque la Asamblea Nacional, en sus propias atribuciones y su configuración, desde el año 1999 con la nueva Constitución, sufrió una pérdida importante de atribuciones, delegando mucho en el Presidente. Por ello, creer por un lado que hacen falta más leyes para recuperar a Venezuela y, por el otro, creer que una nueva Asamblea Nacional podrá hacer todo para cambiar al país, es un acto de torpeza y de irresponsabilidad para con la gente. Se requiere mucho más que eso, comenzando por voluntad y negociación con quienes de eso no admiten nada.

Ciertamente hay que votar, ciertamente hay que participar. Pero eso no lo puede ser todo, porque las elecciones son un paso más que, de no hacer lo correcto, como ya lo he sostenido reiteradamente, terminará legitimando lo que tanto hemos adversado. Los presos políticos siempre han estado en la agenda electoral opositora, y siempre han quedado esperando. No podemos basarnos en que la lucha por su libertad está atada a una victoria electoral exclusivamente. Nuestra vida como país y como ciudadanos va más allá de una agenda electoral.

Dicho en estos términos, y como mucha gente lo ha dicho ya, que Leopoldo dure casi 14 años preso o no, depende de nosotros. Que Christian, Ángel, Demián y todos los jóvenes y estudiantes sean plenamente libres, así como de todos los presos políticos y el regreso de los exiliados, depende de nosotros, pero no sólo del voto. Tampoco se basa en creer que serán libres porque el régimen está débil. Si de verdad estuviera débil, hoy fuera otra la condena, más cercana de la libertad que de la opresión.

Quienes podemos hacer que el régimen se debilite somos nosotros, los ciudadanos. Desde luego votando, pero también luchando, dejando la indiferencia de lado. No puede ser que sólo nos importe la vida del otro cuando la nuestra está en riesgo y así logramos entenderlo. Venezuela espera mucho más de nosotros, porque no quiere seguir siendo linchada. ¿Acaso nosotros sí queremos que nos sigan atormentando la existencia como si fueran dueños de nuestros destinos?

Claridad en los objetivos y próximos pasos, pero sobre todo sensatez, es lo que requiere nuestra lucha de hoy. Como bien lo decía en estos días, mientras más dejemos pasar el tiempo, más caro y doloroso será el precio de la libertad; incluso podría volverse impagable. No lo olvidemos.

Twitter: @Urruchurtu