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En Venezuela vivimos tiempos muy difíciles. Tiempos de desintegración moral y  social, de crisis de principios y de valores, de conflictos políticos y económicos.

El año 1992 se podría fijar como el inicio de ese deterioro moral, cuando ocurrieron los frustrados golpes de Estado contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez. Pero pudo haber sido antes, cuando unos jóvenes ingresaron a la escuela militar con la intención de integrar una logia mafiosa y tomar por asalto el poder, al estilo de Gadafi en Libia y Nasser en Egipto.

Después de los intentos de golpe, esos militares que se confabularon contra la democracia fueron vistos como héroes. La autora de La rebelión de los ángeles, que justifica en su obra esa traición y felonía, aún sostiene esa posición, la defiende y se niega a aceptar esos hechos como un fatal error histórico. Pero hoy vive exilada en Estados Unidos huyendo del régimen.

Esos golpistas no eran ni ángeles, ni querubines, ni héroes, ni santos. Eran delincuentes cuyo objetivo era conquistar el poder, implantar el “proyecto bolivariano” y aprovechar los recursos para su beneficio. Y así ha sido desde 1999, cuando Hugo Chávez estableció en Venezuela una cleptocracia (del griego kleptein, robar; klepto, robo ykratos, gobierno): sistema de gobierno en el que forajidos acceden al poder, manejan los recursos a su antojo, sin transparencia, ni fiscalización y los aprovechan para su enriquecimiento. En las cleptocracias los delitos de corrupción, nepotismo, clientelismo, peculado y fraude quedan impunes porque la corrupción es general. El doctor Jim Besberry, asesor del Banco Mundial, afirma que “a los cleptócratas no les interesa el medio para llegar al poder, simplemente se desarrollan como un cáncer corrompiendo a más personas hasta tomar el control total de las instituciones”.

El proyecto bolivariano que se instaló ha sido una política de saqueo. De saqueo por vía de la corrupción, del peculado, de la destrucción de las industrias y de la propiedad privada. De saqueo al apoderarse de todas las instituciones y utilizarlas a su conveniencia, desvalijando las estructuras de la democracia y de la república. Desde el primer día Chávez utilizó la corrupción como un mecanismo de control político y la aplicó en militares y funcionarios: Plan Bolívar 2000, notas estructuradas, Banco Industrial, Pdvsa, Pdval, Cadivi, venta del oro y reservas. La firma Ecoanalítica opinó que durante el gobierno de Chávez fueron robados cerca de 69.500 millones de dólares a través de fraudes a la importación. Y un trabajo de los periodistas William Neuman y Patricia Torres del diario The New York Times cita al economista Víctor Álvarez, ex ministro de Chávez: “Es escandaloso. Venezuela ha sido saqueada ‘como en la época de la Conquista española’, cuando el oro y la plata eran robados por toneladas». Se ha calculado en 500.000 millones de dólares la cantidad saqueada al país: La fortuna más grande en ingresos de toda nuestra historia, comparando los 16 años del chavismo con los 189 años desde 1810.

Pero cuando recuperemos a Venezuela y la sensatez, no toleraremos nunca más la impunidad. Tendremos que establecer Juzgados de Responsabilidad Administrativa para exigir rendición de cuentas a los funcionarios, luchar contra el peculado, exigir moralidad administrativa y castigar severamente a los corruptos. Tenemos que educar a los jóvenes para que repudien y pongan cese a la tolerancia con los traficantes de los bienes públicos. Y para superar esto, es necesario que los nuevos líderes definan estrategias, políticas, programas, proyectos y acciones específicas en la prevención y sanción de estos delitos contra la cosa pública.