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Pretender describir lo vivido durante los últimos años en Venezuela en términos de “Derecha vs. Izquierda”, más que esclarecer, lo que hace es banalizarlo y entorpecer su entendimiento. Y como agregado esta discusión ha polarizado a todo el País enrumbándolo en un odio fraterno que nada provechoso ha deparado.

Haciendo un poquito de historia, en la Asamblea Nacional de Francia en el siglo XVII existían dos sectores, ambos pertenecientes a la burguesía y coincidentes en la lucha contra el rey, la nobleza e imponer los principios liberales, pero distanciados con respecto a sus intereses y los medios para lograr sus objetivos. Estos eran los Jacobinos y los Girondinos. El primer sector se colocaba para deliberar, a la derecha en la Asamblea, el segundo, a la izquierda, y de allí proviene la posterior división entre partidos de derecha y de izquierda, según sean conservadores en su accionar político o propongan medidas tendientes a cambios profundos.

Por tanto la izquierda como la derecha son corrientes radicadas en el discurso racionalista occidental. Puede que haya una diferencia radical entre ambas, que la hay, pero las dos comparten la misma fe en la razón, en el análisis racional, como la clave fundamental para entender, modificar y mejorar la realidad social.

Esa diferencia comienza hace ya siglos y con el correr de los tiempos ha perdido su vigencia en nuestro país, a tal punto que ha sido desvirtuada y esgrimida como ataque en un discurso polarizarte, de señalamientos e incluso peyorizante en un país que sumergido en una crisis sin igual en su historia republicana, requiere con urgencia un discurso unificante que enrumbe a Venezuela por una senda de entendimiento que derive en desarrollo y bienestar para todos y cada uno de sus habitantes.

En este discurso salvaje, en términos de los que el maestro Briceño Guerrero escribiese en su Laberinto de los tres Minotauros, se establece como marco de referencia para entender la creencia, por demás desconcertante, en el mágico poder de las palabras, palabras desvinculadas de todo punto de contacto con una realidad, no hablan sobre nuestra realidad, crea una realidad que nunca fue de derecha e izquierda, que no es y no debería ser la nuestra. Una realidad de odio y división.

Marx no era un salvaje y tampoco lo fue Adam Smith. Puede que sus ideologías disientan casi en todo, pero comparten la fe en el racionalismo como método por excelencia para arribar a la realidad. Realidad que debe ser fraterna, de unión y no de odio y polarización.

Ya para finalizar y como respuesta al título de estas líneas, en un cuerpo humano aún si se es la mano izquierda o la mano derecha, ambas procuran el bienestar del cuerpo al cual pertenecen y siempre actúan en conjunto y cooperativamente para procurar objetivos comunes a su cuerpo. No para destruirlo o separarlo pues supondría la muerte del cuerpo y de las manos mismas, sean esta la izquierda o la derecha.

Yo, un venezolano de a pie.

Twitter: @DouGilC