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Delirio: Una creencia que es falsa, extravagante o derivada de un engaño

La profundización de la crisis en el país dependerá principalmente de dos variables: el fracaso del diálogo iniciado hace más de un mes entre un sector de la oposición y el gobierno y el agravamiento de la crisis económica. Hoy todo parece indicar que es inevitable que ambas cosas ocurran.

Incluso quienes hasta ahora han sido aliados del gobierno venezolano han empezado a mandar señales ambiguas en relación a su apoyo. El primero fue Luis Ignacio “Lula” Da Silva, expresidente de Brasil, quien sugirió a Maduro “formar un gobierno de coalición”. La semana pasada, Rafael Correa, presidente de Ecuador, realizó criticas inéditas a la política económica del gobierno afirmado que se habían cometido “graves errores”. Un día después, José “Pepe” Mujica, presidente de Uruguay, afirmaba que “nadie va a poder gobernar en Venezuela con ese clima de confrontación”.

Mientras tanto, en Venezuela es cada vez es más evidente que el “diálogo” no es la salida a esta crisis que hoy atravesamos ni tampoco busca lograr acuerdos que solucionen los problemas. Como advirtieron quienes en su momento fueron calificados de “radicales”, fue más bien una estrategia del oficialismo para ganar tiempo en medio de días convulsionados que le permitiera estabilizarse y apaciguar la protesta.

Llama mucho la atención el rápido fracaso de las negociaciones, incluso en temas que hasta los más pesimistas creían que podían tener éxito, como la libertad del comisario Iván Simonovis. Ceder en aspectos como éste podría haber servido como muestra de buena voluntad por parte del gobierno para llegar a acuerdos sin un gran costo político. Sin embargo, ante el ingenuo optimismo del secretario de la MUD, Ramón Guillermo Aveledo, quien hace una semana afirmó que esa liberación “debería darse pronto”, el gobierno respondió de manera inmediata que eso no era más que una “fantasía”, derrumbando así no solamente la esperanza de todo un país en torno a este tema, sino también las posibilidades de éxito en todo el proceso.

Hay temas que, aún siendo urgentes, como la economía, pueden incluso tomar un tiempo para ser resueltos. Sin embargo, existen otros que no pueden esperar un día más, como la liberación de los presos políticos, incluidas las decenas de estudiantes que por protestar de manera pacífica están hoy encerrados causando un gran dolor a tantas familias. Prestarse a un juego dilatorio que, además, muy probablemente no obtendrá resultados satisfactorios al final, es imperdonable.

Hoy, un sector de la oposición sigue en la calle al lado de los estudiantes en una lucha sin tregua que busca recuperar la libertad y la democracia para todos. Mientras tanto, otro apuesta al éxito de un diálogo que se parece más a dos monólogos de sordos.

Creer que esto último puede ser la solución para esta crisis histórica que atraviesa Venezuela es poco menos que un delirio.

Miguel Velarde