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Venezuela es un país en crisis. Una y otra vez, desde que tenemos algo de conciencia,  los jóvenes de este país hemos crecido bajo la noción perenne de que nuestra sociedad está al borde del colapso, con esa lapidaria frase como corolario de cualquier situación o teoría que demostrara esa realidad. Junto a esto, se nos ha inculcado otro principio inamovible, que es el que la salida de dicha crisis no será por los militares o políticos, sino por los jóvenes que asumiremos el peso de toda una sociedad y la guiaremos a la construcción de la Venezuela del mañana.

Fue en 2007 con la irrupción sorpresiva del movimiento estudiantil que este último principio tomó forma, pues un amplio sector de la sociedad venezolana que se veía huérfana de referente alguno vio en estos estudiantes un liderazgo nuevo, limpio y sin el desgate moral y ético de la dirigencia política tradicional. Bajo este liderazgo se logró la única victoria (reconocida) en el campo electoral aquel dos de diciembre, cementando el misticismo creado en torno a la juventud como líder de las luchas sociales del país.

Hoy, tras siete años de ese momento, una sociedad que se ve nuevamente al borde del abismo clama por un movimiento estudiantil que asuma nuevamente un liderazgo colectivo que, a diferencia del 2007, incluya a todos esos sectores que han crecido y desarrollado una legitimidad propia en otros sectores de la sociedad, desde los partidos políticos hasta los sindicatos de base que comparten una problemática social y económica causada por un régimen que ya no responde a los intereses de todos los venezolanos.

Lograr esto pasa no solo por el liderazgo estudiantil, sino por todos aquellos que tenemos la suerte de estudiar en alguna de las universidades de nuestro país, pues es de todos que surge el poder y prestigio que en estos siete años hemos mantenido ante el país. Corresponde a cada uno de nosotros asumir la responsabilidad de liderar la protesta en nuestras zonas, mantener el carácter pacífico y organizado de esta lucha y, lo más importante, exigirle a el liderazgo de cada universidad que sea cónsono con el sentimiento mayoritario de los estudiantes que buscan el establecimiento de un sistema que si responda a las necesidades reales del país.

Asumamos pues la responsabilidad histórica que enfrentamos, conduciendo al país junto con el resto de la sociedad al cambio que tan claro y necesario se ve en este momento. Solo construyendo la unidad social más importante que haya visto Venezuela, con la claridad y honestidad que nos ha caracterizado, podremos estar al nivel de las expectativas que la sociedad tiene de nosotros, para acabar de una vez por todas con la eterna percepción de crisis que ha marcado a la Venezuela en la que hemos crecido.

Daniel J. Álvarez