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El país vive una crisis. Expertos y legos coinciden en que por estos días confluyen los desencuentros entre las fuerzas reales del poder político, la grave sequía en cuanto a recursos económicos y la evidente deuda social que se manifiesta; sin estridencias ni tarimas, en las más de 80 protestas diarias por vivienda, empleo, salud, educación, vialidad, y sobre todo, seguridad.

También aseguran que el carisma no se hereda y que la nostalgia no es suficiente para compensar los desmanes, que puertas adentro también, se comenten desde aquella mesa ovalada, cada vez más llena de militares

Convencidos del fraude electoral; experimentado en forma de alteración de resultados, ventajismo propagandístico, grosera intervención militar, desbalance en medio de la campaña, y evidente parcialización del árbitro; los ciudadanos comenzaron a sentirse solos; utilizados únicamente por los líderes para acompañarles a la hora del festín electoral, a la hora de recomponer «sus» cuentas con alguna alcaldía, con alguna curul en el concejo municipal.

Nunca apatía. Nunca desdén. Lo que hubo fue frustración; fue desencanto, fue impotencia. Todo un coctel condimentado con la escasez, la devaluación continua, constante y continuada, el toque de queda autoimpuesto y la aberrante violación constitucional en materia legislativa, parlamentaria, judicial, de propiedad privada y de seguridad ciudadana.

Así las cosas, el 23 de enero, en el marco de la conmemoración del 56 aniversario del derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, un sector de la oposición política convoca a las calles para juntos encontrar #LaSalida.

La idea se ha regado por las redes sociales virtuales y se ha multiplicado en forma de infinitas redes sociales reales, tangibles, con intelecto y seguridad, con criterio, con masa crítica, con organización y con sentido de oportunidad.

Sin ánimos de dividir nada que no esté dividido ya; esta plataforma que procura una salida a la crisis, activó un movimiento de calle que superó las expectativas de todos, y en solo una semana ha hecho desencajar a un gobierno que se creyó todopoderoso y que no puede más que apelar a su más efectiva estrategia: la represión y el miedo.

Con los estudiantes como inspiradores, el país se volcó a las calles. De mañana, de tarde, de noche. Aquí y allá. En esas estamos; mientras que algunos, intentan desvirtuar la protesta y desmovilizar a una población que exige definiciones a unos y respuestas concretas a otros.

En adelante, doce argumentos utilizados para detener las movilizaciones, con unas reflexiones, que seguro permitirán el debate de las ideas para seguir adelante, porque esto no es sencillo. Nunca nadie dijo que lo sería.

1. No están dadas las condiciones ideales

Ni lo estarán nunca. Como no estuvieron dadas las condiciones para las jornadas electorales, como no estuvieron las condiciones para elevar reclamos ante la Fiscalía o el Tribunal Supremo.

Las condiciones ideales no son otorgadas por obra y gracia del Espíritu Santo, las condiciones hay que generarlas, hay que potenciarlas, en atención a la realidad que se vive en el país.

En este momento existe una guerra económica declarada por el gobierno a los venezolanos. La inflación, la falta de liquidación de divisas para los sectores productivos y de servicios, la falta de inversión. Todo eso repercute en la vida diaria, en la cotidianidad.

Si se utiliza con inteligencia, está muy claro que las condiciones están ahí para hacer valer las protestas y potenciarlas con criterio de unidad, de articulación.

2. No hay conducción política

Lo que no hay es acuerdo partidista. Lo que no hay es una definición de quién es el que convoca o quién es el que debe hablar de último en la manifestación.

Algunos dicen que no hay conducción política porque no ven afiches entre la multitud con el rostro de un candidato.

Esta vez no se trata de protagonismos, esta vez la lucha no es por el voto para alguien, la lucha es por el rescate de un país que hace mucho rato va barranco abajo.

En todas esas manifestaciones, desde el 23 de enero a hoy, ha habido políticos comprometidos, desde quienes convocan, hasta quienes delinean la estrategia. Son horas y horas de conversaciones, de planteamientos, de trazos que irremediablemente confluyen en la aplicación de todos esos programas e ideas que se presentaron al país en los más recientes procesos electorales.

3. No tienen objetivos claros

El objetivo es claro: La conquista del poder.

Para lograrlo, la conducción política ha dicho que la Constitución vigente es la que ordena.

Allí en ese texto constitucional se establece, primero el derecho a la protesta, libre, pacífica.

También dice la Constitución que el presidente puede renunciar a su cargo, que se le puede revocar el mandato, e incluso que se puede convocar a una asamblea constituyente que genere otro marco institucional.

Que esto tiene riesgos; por supuesto que los tiene. Que cada quien los ponga en la balanza y establezca sus conclusiones luego de sopesar si esos riesgos son mayores o no, a la posibilidad de extender en el tiempo la crisis por la que atravesamos.

Por otra parte, estas movilizaciones tienen objetivos específicos. En principio, está planteada la liberación inmediata, y sin que medien procesos judiciales sin sustento real, de los jóvenes, estudiantes, periodistas, concejales detenidos por el ejercicio de su derecho a la protesta.

Más adelante, como consecuencia de los sucesos de los últimos días (Aunque existen múltiples precedentes), se plantea como objetivo concreto el desarme inmediato de los grupos irregulares y violentos que operan en el país.

En este sentido, y con apego a las palabras de los más prominentes voceros del Estado, se exige la neutralización de esos hombres armados, reconocidos por el Ejecutivo, al decir que se deslindan de sus acciones, y por la Fiscalía, que exhortó a los grupos al desarme voluntario.

Evidentemente hay otros objetivos, marcados en la agenda política desde hace varios años, como la ley de amnistía para la liberación de los presos políticos y el regreso a la patria de los exiliados.

4. Estas acciones desvían la atención

Si se entienden las manifestaciones populares como eventos únicos y aislados, probablemente desviarán la atención. Pero esta presencia activa en la calle no es un capricho suelto, ni un berrinche de un grupito.

Estas manifestaciones son el resultado de años de desconsuelo, de angustia, de sumisión, de depravación de la democracia, de abuso sostenido, de violaciones a la Constitución y las leyes.

Contrario a este planteamiento, estas manifestaciones potencian la atención sobre la grave crisis que se padece. Cada vez que los jóvenes van a una concentración indican que no saben si morirán a manos de un desalmado paramilitar armado con la venia del gobierno, o de un delincuente común, amparado por la impunidad de un sistema que poco sabe de justicia, porque está formado solo para la venganza o la revancha.

Cuando una madre va a una marcha, no va solo porque quiere que el presidente de turno se vaya (que también lo quiere), sino porque no consigue los insumos básicos para su dieta o la de sus hijos, porque no hay leche, ni harina, ni pollo.

Cuando un hombre va a una de estas convocatorias no lo hace pensando en pajaritos preñados; lo hace porque cada día su plata vale menos, porque los privilegios que la naturaleza le dio al país se quedan en las arcas de Cuba, o en los regalos a Nicaragua, o a Bolivia.

Quienes quieren desviar la atención son otros, que prefieren que la atención de la gente, que el foco, se quede fija en un tarjetón, a la espera de la próxima elección.

5. Estas acciones terminan en violencia

Eso es lo que impulsa el gobierno. Lo aplicó el 11 de abril de 2002, cuando no había redes sociales, ni celulares con cámaras fotográficas ni videos caseros en streaming que demuestran claramente quiénes son y desde dónde se genera la violencia, y la muerte.

Estas acciones han sido pacíficas, lo que no son es pasivas, ni sumisas, ni atenidas a un control estatal ni paraestatal que frena y desmoviliza.

Plegarse a la inmoral igualación que reza el «venga de donde venga» o la «violencia desde ambos lados», es desconocer el ímpetu pacífico de unas movilizaciones cívicas, armadas con consignas, pitos y banderas.

6. Los radicalismos se unen

Absurdo. ¿Dónde están esos radicalismos?; ¿dónde los enfrentamientos?

Lo que ha quedado demostrado es que hay una única parte radical, insana, despiadada, cobarde, violenta, irregular y armada, que tiene a la anarquía como norte y a la impunidad como aliada.

7. Atornillan al gobierno

Hay opiniones disímiles sobre esto. Hace poco más de dos meses el gobierno se dio un baño de legitimidad institucional. Allí le dio dos vueltas a la tuerca.

Hoy, con casi diez días de actividad en las calles, no solo de Caracas, sino de prácticamente todas las ciudades del país, luce descolocado; hablando incluso de renuncias, de acciones que harían si quedaran fuera del poder.

Amenazas, represión, cárcel. No parece este el más atornillado de todos.

Además, estas movilizaciones, llegaron justo cuando la propia crítica interna no cesa. Todos los días, el chavismo de base descose las políticas del gobierno, lo deja, le da la espalda.

Las manifestaciones de apoyo se ven esmirriadas, enclenques, desnutridas. Hoy en día, como confesó una de las ministras, este gobierno se sostiene solo por la acción violenta de los grupos paramilitares que auspicia.

8. No somos mayoría, hace falta crearla

Quizá este sea uno de los peores argumentos que se utilicen para desvirtuar las manifestaciones surgidas en el país en los últimos días.

En el caso de que sea cierto, lo cual desdice toda una plataforma comunicacional creada hace muy poco; pues ésta es una de las oportunidades más genuinas para transformar esa realidad.

Hoy, ante la realidad incontestable, está servido el momento para juntar todos los descontentos, todas las falsedades, toda la carga de verdad contenida en la mesa, en la almohada, en el bolsillo y convertirla en protesta, en exigencia, en reclamo, en cambio.

La mayoría que vota, se gesta primero en la calle, se arma primero reconociéndose en la lucha ciudadana.

Qué falta; puede que si; pero este es un inicio muy prometedor. Frenarlo, desmovilizarlo, sería el fracaso más estrepitoso de los últimos tiempos.

9. ¿Dónde están los pobres en eso?

En cada paso dado. En cada consigna gritada, en cada acción.

Los menos privilegiados están contenidos en toda esa voluntad. Las manifestaciones de los estudiantes de todas las universidades del país tienen una inmensa carga de presencia social.

Alguien todavía cree que todos los que van a estas manifestaciones son los ricos, los millonarios, los terratenientes. Ilusos, ingenuos, faltos de solidaridad.

Desacreditar a quienes impulsan una posibilidad de cambio, a quienes aún creen que es posible la democracia en todas sus acepciones y manifestaciones. Democracia no es solo votar, aunque votar haga falta y sea la forma idónea de expresar voluntades. Pero democracia también es reclamo y exigencia; es luchar por los derechos y ejercer los deberes ciudadanos.

Con esos valores y principios se concentran los venezolanos; y allí están los pobres y los no tan pobres. Muchas veces la pobreza no está solo en la falta de recursos económicos.

10. Dividen la unidad

Muchos dicen que están con la unidad, pero mientras la unidad les circunde, mientras ellos sean el epicentro de esa unidad.

Hoy, no cabe duda, la unidad está en la calle. Sin más convocatoria que las redes sociales; de un día para el otro, de una hora para otra, la ciudadanía dice presente.

Está claro que existe un liderazgo activado, compartido, que traza línea y se ejecuta.

Falta más articulación y más organización, no se discute; pero es la hora de sumar y aportar. Que no es lo mismo que dirigir y cogerse el proceso.

Casualmente, por estos días, lo que se construye es unidad, porque en medio de una inmensa diversidad de criterios y opiniones, ha prevalecido la voluntad férrea de asumir la calle como un bastión de lucha, como una forma de fortalecer el músculo, con el cual, cuando sea necesario potenciar un diálogo entre iguales, para conquistar, por ejemplo, el urgente y necesario desarme de los grupos paramilitares que someten al país, con la venia de las autoridades constituidas.

11. No dan la cara

¿Quiénes no dan la cara? Es otra vez la ambigüedad como concepto, porque lo que ocurre en Venezuela es que se activó una protesta por el país, sin que ningún personaje sobresalga por encima de otro.

Lo que está pasando hoy es que se potencia una salida, descrita líneas arriba; no se potencia a un candidato, ni a un líder en particular. Todos los días se da la cara, todos los días se ven más caras, más razones, más motivos.

El liderazgo estudiantil está ahí, lo mismo que otros voceros que explican, comentan, y convencen.

Esta es otra etapa, que no niega los tiempos electorales, pero que defiende su derecho a procurar, en el marco de la institucionalidad, salidas posibles, porque están descritas en la constitución y las leyes.

12. Usan a los jóvenes como carne de cañón

Lo menos que puede hacerse con los jóvenes es usarlos.

Utilizar este argumento, además de ofender la dignidad de los honestos y valientes jóvenes venezolanos, es desconocer que los estudiantes, que los muchachos, que los jóvenes comprendieron hace rato que su futuro se define, se escribe, se determina HOY, no mañana, ni dentro de seis años.

Los jóvenes asumieron, con determinación, con coraje, que este es su momento, que su oportunidad para labrarse un futuro pasa por luchar y conquistarlo desde ya.

Quién va a impedirle a un muchacho que se labre su destino, cuando lo que ve hoy al frente es muerte y desolación.

Aquí lo que muchos tenemos que hacer es acompañar a esos muchachos que son en definitiva los que nos ayudarán a salir de la crisis de salud, una vez que se gradúen y especialicen, los que descubrirán las fórmulas matemáticas y sociales para generar la igualdad de oportunidades a todos los sectores del país, los que enseñarán a nuestros hijos y nietos, las reglas básicas de la convivencia en democracia.

No son carne de cañón, son un ejemplo de constancia y disciplina, de lucha, de entrega, de sacrificio.

Nota final

Lo que está arriba no es la verdad absoluta. Es un planteamiento, una visión. El país necesita debate, discusión y acción.
Ojalá nadie crea que estas posiciones pretenden desacreditar a alguien o potenciar a otro. Lo que si pretenden es generar actividad, es motivar a la discusión, es movilizar al intelecto para descubrir juntos una forma que permita el reconocimiento de todos; porque en este país, para que surja, para que se desarrolle, para que crezca y para que avance, hacemos falta todos. (El Universal)